Una de las glorias más grande del cine estadounidense tiene 89 años, dirigió 36 películas y actúo en más de 55. Como actor, amamos ese vaquero rústico del spaghetti western de Sergio Leone, entre tantos otros trabajos.
Como director, es el más grande y último referente del cine clásico. Su nombre es Clint Eastwood, una máquina de filmar y de una vitalidad envidiable.
Sus caminos artísticos conectan rápidamente con cualquiera que ame el cine. Lo que, para algunos, resulta más difícil es adherir a sus ideas políticas y de quién hoy las representa, es decir, el presidente de Estados Unidos Donald Trump. Repúblicano hasta la médula, es uno de esos artistas que hace pública su militancia.
Trump, al que muchos califican de misógino, machista, racista, intolerante, autoritario, además de ser el tercer presidente estadounidense en enfrentar un juicio político. En la lista de “famosos que apoyan a Trump” aparece el gran Eastwood.
Traslademos este ejemplo a nuestro país: Fito Páez y Luis Brandoni. Dos artistas con largas y exitosas carreras, sus obras hablan de una gran sensibilidad y conexión con su público y es innegable que se ubican en la selecta galería de aquellos que supieron reunir masividad y calidad. Todo eso tienen en común. Los separa, sus ideas políticas.
Como Clint Eastwood, no se quedan callados y decidieron que sus opiniones políticas sean públicas y sin andar con medias tintas.
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Brandoni en diciembre invitaba a una marcha para despedir al ex presidente Mauricio Macri. Paez moderó sus opiniones en los últimos años y dijo que “sólo apoyó ciertas políticas de Néstor y Cristina Kirchner”, pero su columna en el diario Página 12 titulada “Da asco la mitad de Buenos Aires” tirada con furia en 2011, después de las elecciones a jefe de Gobierno porteño y que diera por ganador a Macri, lo etiquetaron para siempre en la opinión pública.
Ni Eastwood, ni Brandoni, ni Páez debieran considerarse menos artistas por sus opiniones.
Ni Eastwood, ni Brandoni, ni Páez debieran considerarse menos artistas por sus opiniones. En Argentina, les sale caro a los que juegan fuerte de un lado o del otro de la grieta. Entonces aparece la denostación en las redes sociales anulando su trayectoria porque piensan distinto o la descalificación de su arte porque apoya a un gobierno o el otro y todo se va confundiendo y enredando.
Fito Páez pasó esta semana por el Festival Nacional de Folclore de Cosquín y los oyentes de una radio mandaban mensajes diciendo que la Plaza Próspero Molina no lució llena porque a “Córdoba no le gustan los artistas K”.
Otro ejemplo vivido este verano: Dady Brieva, por su férrea militancia K, en Córdoba es mala palabra. Y Midachi esta temporada sintió el “castigo” cordobés. Bastaba ver una noticia de un portal local o un posteo en redes con su cara para leer luego la catarsis colectiva que lo proclamaba “persona no grata” y el deseo de que “no vaya nadie a verlos al teatro”.
Ahora volvamos a Clint Eastwood. ¿Alguien desde Argentina se animaría a boicotear su arte porque apoya al cuestionado Trump? ¿Alguien se atrevería a borrar de un plumazo su carrera en el cine por el sólo hecho de ser republicano?
No es delito pensar distinto. Pero en este país se condena la disidencia. Y se alimenta una grieta de la que comen sólo algunos.