Jamás hubiera pensado que “lo de escalar” iba a estar tan relacionado con el día a día.
En la palestra, como en la vida, hay un poco de todo: aferrarse, subir, bajar, caerse y volverse a levantar.
Al comienzo el miedo a lo desconocido te hace temblar la piernas, transpirar las manos. Miras para arriba y te sentís diminuto. Esa mole de obstáculos y colores promete un cielo más brillante y despejado allá arriba.
¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Por qué nos preocupa tanto llegar a la cima? A la cima de qué, sería una buena pregunta…
La indicación de los expertos es clara: paso a paso. Obstáculo a obstáculo, de piedra firme a otra más arriesgada. Así vamos entendiendo que lo importante es el camino, y más importante que eso: la confianza en uno mismo.
Porque para llegar “alto” o “lejos” hay que tener convicción y perseverancia. Ya sabemos que nada es fácil en la vida. Y en la palestra tampoco.
No somos súper poderosos y eso también es parte del aprendizaje. En un momento flaqueamos, nos cansamos, sentimos que no damos más. Y es justo ahí, donde tener la fortaleza de “soltar” aparece como revelación.
El momento más difícil de tremenda experiencia vino acá: saber que no dábamos más, tener que soltar tanto esfuerzo y ¡saltar!
¿Confiar en la caída? Tremenda pesadilla. Caernos. Aceptarnos “vencidos” o algo por el estilo.
Cuando las manos se despegan de la estructura como garrapata que se queda sin agarre, llega lo mejor. La sensación de volar por unos segundos, de flotar con la ayuda del arnés es maravillosa.
Aprender a disfrutar de la caída, sacar algo positivo. Entender que muchas veces volver unos casilleros para atrás en el juego de la vida puede ser una nueva oportunidad: volver a empezar.
La enseñanza de la palestra es amplia. Vale la pena llegarse hasta el Parque del Kempes para vivirlo.
Allí entrenan las fuerzas de seguridad, bomberos, niños, personas con discapacidad y deportistas de élite. Cada uno buscando su camino, su cima, su norte. Cada uno desde su lugar superando obstáculos, aferrándose a la ilusión de avanzar y aprendiendo a soltarse cuando la cosa no va más.
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