Córdoba amaneció conmocionada por el crimen de Pablo Altamirano. El playero de 36 años fue asesinado por motochoros mientras trabajaba en la estación de servicio Santa Lucía de la avenida Rancagua al 3300.
Walter, el hombre que ayudó a la víctima, relató en primera persona los últimos y dramáticos momentos en los que el trabajador peleaba por su vida.
“Justo pasaba a buscar a mi mujer y a mis dos hijos al negocio de mi hermana. Vi que mi hermana quiso cruzar la calle y me dijo que le habían disparado a Pablo”, contó a ElDoce.tv. Altamirano y la persona que lo asistió se conocían de antes, aunque la situación se dio en ese contexto casual.
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“Miré al frente y lo vi tirado en la playa. Fui a ayudarlo y los motochoros recién se iban. Le pregunté cómo se sentía, si quería agua, y me dijo que le faltaba el aire. Había una remisera y le empezamos a dar aire con un cuaderno”, continuó.
Acto seguido, el hombre le puso una bolsa de carbón a modo de almohada y, en ese momento, Pablo le imploró que lo atendieran. “Llamen a alguien que me estoy muriendo”, pedía el playero, desesperado.
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Trataron de tranquilizarlo. Llamaron a la Policía y a una ambulancia, pero la demora se presumía larga y el estado de Altamirano se iba agravando. Ante sus continuas súplicas, Walter decidió llevarlo por sus propios medios. Lo subieron al asiento trasero de una camioneta y partieron hacia el Hospital de Urgencias.
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“Lo hablábamos para que respirara bien pero se sofocaba. En la intersección de las avenidas Alem y Capdevila, paramos en el control policial y le pedí a un móvil que nos abriera el camino con la sirena”, expresó.
Una vez llegados al hospital, alzaron a Pablo y cuando lo pusieron en la camilla, se desvaneció. “Ya estaba muy frío, muy pálido, pero consciente. Lo dejamos ahí. Pasó una hora y nos avisaron que había fallecido”, sentenció la persona que ayudó a Altamirano, una nueva víctima de la inseguridad en Córdoba.