Hace 20 días, Débora Pérez Volpin murió en el Sanatorio de la Trinidad luego de que se realizara una endoscopía. Mientras su causa avanza en la Justicia y se espera el informe final de la autopsia, los resultados de la primera parte de la pericia oficial, que fueron entregados a los abogados de la familia, determinaron que murió por alguna mala práctica ocurrida durante la endoscopía y las maniobras de reanimación.
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Aquel día que la periodista y legisladora porteña llegó a la clínica, se presentó con un fuerte dolor abdominal. Sin embargo, nunca imaginó que perdería la vida a las pocas horas. En torno al tema, comenzaron a circular muchos rumores y versiones, por lo que el doctor Héctor A. Defranchi, encargado de Neumonología y Endoscopía Respiratoria del Sanatorio de la Trinidad, realizó su descargo.
El jefe de endoscopías hizo llegar su defensa a través de una carta de lectores enviada al diario La Nación. Aseguró que “el riesgo cero no existe” en las endoscopías digestivas altas, siendo el primero de la clínica en hablar del caso. Además, sostuvo que “los errores, si es que los hubiese habido, no deben ser sinónimo de culpa”.
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Insistiendo sobre esto, cuestionó a sus colegas y los acusó de “vedetismo”. Consideró que “los errores de otros jamás deben explotarse para lograr el prestigio propio” y trató a esos profesionales que salieron a hablar, aún sin tener definiciones de la Justicia, de “mediáticos”.
La carta completa:
Recientemente, la opinión pública y la comunidad se vieron sacudidos por la trágica noticia del fallecimiento inesperado de la señora Débora Pérez Volpin. Al ser una persona muy querida, talentosa y joven, el impacto en la sociedad fue enorme. Recuperar la salud es el propósito último de todo acto médico. Mucho se ha escrito sobre heurística, de cómo actúa el cerebro médico en la toma de decisiones. Sin embargo, muchas deben tomarse en soledad, confiando en el buen criterio y la experiencia de los profesionales. La toma de decisiones es un proceso que no siempre puede esperar y frecuentemente exige conductas rápidas, ya que la vida del paciente depende de esto. El médico no piensa tanto en el diagnóstico, sino en qué procedimientos emplear, porque bien elegidos, el mismo va a llegar, aun no habiendo pensado en él. Primero se piensa y luego se actúa.
Hemos escuchado a través de los medios todo tipo de especulaciones, la mayoría, producto de la impotencia frente a la desaparición de la querida compañera. Sin embargo, han abundado las voces descalificantes, sin el mínimo sentido del resguardo de la ética profesional. Los errores, si es que los hubiese habido no deben ser sinónimos de culpa. No soy ajeno al hecho que de haberse cometido, la consecuencia fue enorme, la pérdida de una vida humana. Los errores de otros jamás deben explotarse para lograr el prestigio propio. Esto ha sido moneda corriente en la mayoría de las declaraciones, y lo más indignante que presenciamos fueron comentarios vertidos por profesionales, que aprovechando toda ocasión para lucimiento personal, y exhibiendo un grado de vedettismo no concordante con la profesión médica, trataron de pasar por expertos calificados, creyéndose dioses y dueños de la verdad absoluta. El error, aunque duela, es respetable, pero el engaño no. El engaño es dañino, es sucio, es engañar para lograr el beneficio propio. Esto es intolerable y muestra una inescrupulosidad aberrante. A los opinólogos de turno, deben saber, que ningún acto médico esta desprovisto de riesgo, por más simple que parezca. La endoscopía digestiva alta, tiene riesgos inherentes al mismo procedimiento, imprevistos que solo los médicos actuantes conocen. El riesgo cero no existe. La muerte inesperada es terrible. Perder un ser amado, en las circunstancias que ocurrió es una tragedia que deja a quien la padeció con sueños incumplidos, que solo pueden valorar en toda su dimensión sus seres queridos. La actuación de parte de la prensa ha sido en general lamentable. Los profesionales médicos, convertidos en estrellas mediáticas, más lamentable todavía, y condenar a alguien sin pruebas es indecente, es culpar sin probar. La opinión pública aterrada. Esto no es ayudar, es dañar y confundir. Infinidad de pacientes no aceptan realizarse una endoscopía digestiva. ¿A quién debemos culpar ahora?
Mi mayor solidaridad principalmente para los familiares por la pérdida irreparable, y sin emitir juicio alguno, me solidarizo también, con los profesionales actuantes, por haber sufrido ya la condena mediática, previo a la exhaustiva investigación de los hechos, haya o no mediado un error involuntario.