Le gusta que le llamen Mariano a secas. Muy pocas veces usa sotana. Su casa es la Iglesia. Y su misión: hacerle un poquito menos duro los días a la gente de barrios en donde la droga, la delincuencia, el dolor, la muerte, son moneda corriente. Es conocido a través de su obra, más que de su nombre.
Y ya se sabe que cuando alguien necesita una mano, sea del mismo barrio en donde está su iglesia, o de otro barrio del otro lado del río, o del otro lado de la ciudad, siempre terminan pidiéndole una mano al padre Oberlin. Este cura se siente cómodo adonde está.
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Su parroquia, Crucifixión del Señor, de barrio Müller, está en el corazón de una zona con chicos acorralados por la adicción a las drogas. También está conforme con su tarea, aunque reconoce que nada alcanza para hacerlos visibles.
“Yo creo que el celibato debería discutirse”
Cuenta con dolor los afectos que le arrebató la dictadura militar: “Soy hijo de desaparecido y mi padre hizo toda su militancia en la iglesia. Mi tío era Montonero”. Después de esa parte dolorosa de su vida, cree que nada es casual respecto a su función social y del lugar en donde está trabajando: “La parroquia en donde yo trabajo, está ubicada en la zona de Campo de la Ribera, donde estuvo mi viejo… esa es la mayor señal para mi”.
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Cree fervientemente en lo que hace, por ello siente que no se equivocó en elegir a Dios y la Iglesia como su camino, pero cuestiona algunos preceptos del catolicismo: “Yo creo que el celibato debería discutirse”.
Cuenta que durante el seminario sintió tambalear su fe, porque pudo conocer el amor de una mujer: “Estuve tres veces de novio y durante mis relaciones he besado, pero no ha pasado más nada que eso”.
“Se puede amar a Dios y a una mujer”
Respeta a quienes eligieron correrse de ese camino, pero reconoce que él también tuvo dudas: “A veces me sentí tentado a romper las reglas de la Iglesia”. Y dice con absoluta firmeza: “Se puede amar a Dios y a una mujer”.
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Es crítico de la Iglesia actual, más allá de que la sigue eligiendo. Reafirmando su fe en la Iglesia como institución dice que este nuevo Papa, le ha hecho bien a la religión: “Francisco le ha cambiado la imagen a la Iglesia”.
Oberlin es un hombre sencillo. No espera por reconocimientos. Le alcanza con saber que cada día puede sacarle una sonrisa a un chico de esa zona: “Se trata de hacer cosas lindas, de mostrar que aún aquí hay gente que la lucha todos los días para salir adelante y para vivir dignamente”.