Desde el comienzo de la pandemia, la sociedad argentina se hizo especialista en datos que hasta marzo del 2020 nunca habían tenido tanta importancia: tasa de mortalidad, letalidad, pero sobre todo el porcentaje de ocupación de camas críticas.
Ese dato nos marcaba, a pesar de nuestro escaso conocimiento, la capacidad que el sistema de salud tenía para responder a la demanda de los contagiados de Covid-19.
Para quienes forman parte de ese sistema de salud, una cama o diez representan la misma responsabilidad y cada persona que ocupa ese lugar es una vida por la que hay que luchar.
Romina Chanquia es una de las tantas enfermeras que durante la cuarentena trabajó más horas, dedicó el tiempo de su familia al trabajo y puso en riesgo su salud para cuidar a otros. En su nombre y a través de este serie de entrevistas a trabajadores definidos como esenciales en el primer decreto que dispuso el aislamiento social, preventivo y obligatorio, rendimos nuestro homenaje y agradecemos por haberse puesto al hombro el 2020.
Su historia es la de muchos
Romina es enfermera del Hospital Rawson, tiene tres hijos de 8, 14 y 22 años, y un esposo que también es parte de los equipos de salud. Como a todos, el coronavirus le transformó la vida pero de una forma mucho más profunda.
El Hospital Rawson, su lugar de trabajo, se transformó rápidamente en un punto de referencia para la atención de los pacientes con Covid-19. Es allí donde Romina Chanquia pasó los últimos diez meses de su vida batallando sin descanso.
“Mi rutina era salir a las 6:30 de la mañana de trabajar, dejarlo a él (marido) a las 7:00 en el Sanatorio, llevar los chicos al colegio y de 8:00 a 11:30 era mi hora de dormir”, cuenta Romina quien describe una logística familiar compleja antes de la pandemia. Imaginen lo que vino después.
Las pocas horas de descanso se transformaron en las horas en las que había que acompañar el aprendizaje de sus hijos: “Ellos han sido unos súperhéroes en ese sentido porque han estado bastante solitos”.
“No pensé que fuera a ser tan intenso ni tan prolongado”, relata Romina recordando cómo el Hospital Rawson fue cambiando su fisonomía a medida que la pandemia avanzaba: “Nosotros siempre tuvimos una terapia chiquita, de seis camas y empezaron a traer más respiradores (...) y de un día para el otro estaban los pisos de arriba transformados en dos terapias intensivas con veintipico de camas cada uno y todo lleno”.
La vida en la terapia
De formar parte de la guardia, Romina tuvo que adaptarse a ser una de las enfermeras que acompañaba a los pacientes positivos de Covid-19.
La pelea es junto a cada paciente y la contención no es sólo desde la salud física, el acompañamiento psicológico es fundamental. Romina recuerda haberle dicho varias veces a sus pacientes “vos no te vas a morir”.
“El contacto es permanente porque todos son pacientes Covid, en distintos estadíos y por ahí están bien, charlando y les empieza a faltar el aire, se te descompensan, es difícil”, relata Romina y agrega: “El paciente que está lúcido que no sabe qué le va a pasar que no tenía visitas, no tenía nada ningún contacto con nadie más que a través del celular (...) si vos estás acostado y ves que al de al lado sabés que se lo llevan a terapia intensiva y pasan días y no sabés nada, te preguntás en qué momento me va a pasar a mí, cómo voy a terminar, gente que me decía voy a salir vivo de acá?”. La respuesta nunca fue definitiva.
+ VIDEO: el testimonio de Romina, enfermera del Rawson
Lo que aprendí del 2020
“Son cosas que uno no está preparado para enfrentar, se hace lo que se puede y sobre la marcha, se va aprendiendo sobre el paso que se da (...) nos dimos cuenta lo importante que es un abrazo, un beso, un apretón de mano (...) cuando no lo tenés te das cuenta cuánta falta hace (...) y te das cuenta que la plata no vale tanto porque hay cosas que no podés comprar”.
Lo que deseo para el 2021
“Creo que todos aprendimos a valorar las cosas simples y deseo que el 2021 nos encuentre más unidos y mejores personas, más solidarios y que vuelvan los abrazos porque hacen falta”.