El día que Rolf le salvó la vida a Jorge fue un día más. Él recuerda que fue a un hospital cercano de su pueblo, en el sur de Alemania y estuvo viendo la tele mientras le extraían sangre. Eso fue todo. Un día después, la muestra llegaba a Córdoba. 15 mil kilómetros de distancia para salvar una vida.
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No se conocían. Solo conocían que una forma de tratar la leucemia es con células madres. Jorge lo sabía porque era su diagnóstico y Rolf porque hace unos años, en su pueblo, una niña necesitaba donantes y muchos se inscribieron para serlo.
Rolf quedó inscripto entre 30 millones de donantes que hay en 60 países. Como la gran mayoría de los voluntarios, aún no había llegado el momento de hacer la extracción. Y un día llegó el llamado. Había un receptor en Córdoba, Argentina.
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Cuando se confirmó la compatibilidad se hicieron los procedimientos. Con la recuperación de Jorge siguieron los pasos. El INCUCAI y su par alemán, contactan a donante y receptor de manera anónima. Ambos se intercambiaron mails donde básicamente uno le dice al otro “gracias por salvarme la vida”.
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Los intercambios siguen de manera anónima y cualquier dato personal, que cualquiera de los dos muestre al otro, es tachado para evitar así la identificación. Esto se hace para combatir el tráfico de órganos. En ese dialogo cordial surge una pregunta que a veces lleva o no al encuentro: ¿Quieres conocer a quién está del otro lado?
Cuando ambos dijeron “sí”, el donante se transformó en Rolf y el receptor, en Jorge. De ahí la distancia a un abrazo era más corta. Pasaron cuatro años para el encuentro y fue acá en Argentina. Ahora sí son amigos para toda la vida.