Pasaron cinco años del crimen vial en Villa Santa Rosa y este miércoles el juicio llegará a su fin. Mateo Aguirre tenía 8 años cuando murió atropellado por Domingo Nahuel Ghione cuando corría una picada en la noche del 10 de diciembre del 2016. El conductor y su amigo serán condenados pero no irían a la cárcel.
Durante el juicio, el papá de la víctima, Neder Aguirre, quebró en llanto y apuntó contra el Tribunal y el fiscal Sergio Ruiz Moreno que acordó con los abogados de los acusados un juicio abreviado y una pena de cumplimiento condicional.
"Antes de venir, le pedí a Mateo no llorar porque no se lo merecen las personas que están acá, ellos que lo juzgaron a mi hijo, que dijeron que tenía la culpa porque estaba a la vera de la ruta con ropa negra", lamentó con la voz quebrada, citando a Ruiz Moreno cuando justificó el beneficio de los responsables.
+ MIRÁ MÁS: Cambiaron de colegio al nene atacado con un alacrán: denuncia que descuidaron a su hijo
Además, recordó que el domingo 11 de diciembre, cuando estaba velando a su hijo, Ghione publicó una foto en su estado de Facebook mirando el clásico Boca-River y en la mesa "había un montón de bebidas y un frasco de marihuana".
“Y yo estaba velando a mi hijo”, remarcó entre lágrimas. Y siguió: “¿Usted cree que siente vergüenza? Puede tener una cruz, pero no es la cruz por la muerte de mi hijo, de eso estoy completamente seguro. La cruz que tiene es social, el pueblo lo mira porque no puede salir como antes”. “La cruz de la muerte la tenemos Soledad y yo, mi gran compañera”, manifestó con dolor.
+ VIDEO: la bronca del papá y la mamá durante el juicio
Minutos después tomó la palabra Soledad Zanna, quien leyó una carta que su hija Luz escribió recordando los momentvos vividos con Mateo, pero también lamentó aquellos que no pudieron compartir. Además, expresó cuánto lo extraña y, en nombre de su familia, pidió que se haga justicia.
La carta completa de la hermana de Mateo
“Éramos nosotros dos. Como hermanos todo lo hacíamos juntos. En mi casa los lugares para comer siempre estuvieron designados. Mateo se sentaba al lado mío, no le gustaba poner la mesa y yo solía quejarme de eso.
Compartíamos habitación, cuando íbamos a dormir rezábamos juntos. Él repetía lo que yo decía. En el colegio era excelente, no le costaba aprender. Era muy inteligente.
Después de su muerte, una tarde cuando íbamos en el auto con mi papá y frenamos en un semáforo me dijo: ‘Luchi, ¿sabías que Mateo quería ser abanderado igual que vos fuiste?’. No me sorprendió lo que Mateo quería lograr, pero sí entró en mí una angustia y un dolor espantoso de saber que no pudo lograrlo.
Cuando voy caminando por la calle y me cruzo alguno de sus amiguitos o veo un grupo de niños que tienen la edad de Mateo, me lo imagino entre ellos, riendo y jugando como siempre lo hacía. Muchas veces, cualquiera sea el momento en que me encuentre, levanto la mirada al cielo y digo en voz baja: ‘¿Cómo sería este momento si vos estuvieras aquí?’.
En nuestra pieza su ropa sigue intacta. No podemos moverla del lugar en donde está. Sus juguetes, cartas y canicas están guardados en una caja donde conservan su esencia. Un cuadro con su nombre cuelga en la pared y las mediciones que hacíamos de nuestra altura se encuentran detrás de la puerta.
Siento que me quedaron muy pocas cosas de Mateo. A veces abro su placard y me pongo a buscar algo que me acerque más a él. Duermo abraza a un oso que él usaba seguido y le pongo su perfume para sentirlo a mi lado. Tenemos un pen drive con fotos y videos de él que nos dedicamos a buscar y juntar luego de su muerte para verlo cuando lo consideraramos necesario, soy la única de los tres que pudo verlo.
Después que falleció Mateo, no pude volver a dormir en nuestra habitación, pasaron meses cuando por fin me animé, me sentía vacía, completamente sola en esas cuatro paredes donde antes compartía charlas, rezos, peleas y juegos.
Estaba sola acompañando a mi papá y a mi mamá que estaban destrozados al igual que toda la familia, fue muy duro y difícil salir adelante, nos costó y nos cuesta muchísimo.
Es un dolor inexplicable el saber que nunca más vas a verlo, escuchar su voz, escuchar su risa y ese ruido que él hacía con la lengua, no va a estar más al lado mío comiendo todos los días, no pude verlo con el uniforme del secundario ni haber compartido el momento de ir y volver juntos del colegio.
Por todo esto que me quitaron, no solo a mi sino y a mis padres y a toda mi familia quiero que se haga justicia, porque Mateo como niño y hermosa persona que era, inocente y bueno, se lo merece”.