La llegada de la primavera produce, junto al alejamiento de los días grises y fríos, un aumento de la intensidad lumínica, la temperatura, la cantidad de horas de sol y mayores variaciones en los niveles de humedad y presión atmosférica. Dichos factores alteran los ritmos circadianos, ciclos o biorritmos que los seres vivos tenemos y nos preparan para el día y la noche.
Al ser nuestro cerebro tan sensible a las variaciones climáticas y a los horarios, todos acusamos estos cambios de manera diferente. Hay quienes los asimilan con facilidad, otros se adaptan más lentamente, en algunas personas se eleva el humor y en otras se altera.
El aumento de la luz trae aparejados cambios hormonales importantes en el estado emocional de las personas, con aumento de la melatonina y la serotonina que, a su vez, incrementan la vitalidad, la alegría, la energía, la sexualidad y por ende la fertilidad. La luz solar llega a la glándula pineal a través de los ojos y la piel segregando melatonina, la cual regula el sueño y la cantidad de horas que nos mantenemos despiertos. Además, el buen tiempo genera ganas de realizar actividades al aire libre, desarrollando aún más la socialización.
Sin embargo, lo que para algunos se constituye en una ventaja, para otros se convierte en un problema. Quienes se ven más afectados son aquellos que presentan dificultades para relacionarse debido a fobias sociales, timidez, inseguridad, complejos con el cuerpo, y agorafobia (o temor a los espacios abiertos), entre otras. Los estudiantes también pueden verse afectados de forma contraproducente, ya que disminuyen su rendimiento intelectual al tener más vitalidad y deseos de estar más tiempo al aire libre.
La llamada "depresión o astenia primaveral" se trata de un trastorno leve, pasajero, y sin necesidad de tratamiento, que se produce cuando nuestro cuerpo no se adapta correctamente a los cambios de estación o de horarios. En mayor o menor grado, 1 de cada 10 personas la sufre y se presenta más comúnmente en mujeres que en hombres. Se caracteriza por agotamiento físico, cansancio profundo y falta de energía para realizar actividades cotidianas, además de poder producirse disminución del apetito y del sueño. Esta “depresión primaveral” también puede provocar, por el contrario, bienestar exagerado, aumento de vitalidad, derivando en procesos ansiosos, de euforia o hiperactividad.
Lo que se recomienda para contrarrestar lo anterior son caminatas al aire libre, disfrutar el clima, mantener una buena alimentación rica en frutas y verduras de estación, e intentar llevar una vida ordenada.
Dra. Inés Reviglio
Servicio de Salud Mental