La gastronomía es una manera de viajar. Un plato de comida puede transportarlo a uno miles de kilómetros casi sin moverse. Productos, técnicas de cocción, sabores, aromas van haciendo muchas veces que uno se pueda dar una vuelta por distantes lugares.
Ya hemos dicho en este espacio que uno de los lugares de esta Córdoba tan lejos del mar que nos ofrece productos como si estuviésemos en la costa, es el El Celta de Alta Córdoba.
Esta vez nos sorprendió que como sugerencia hubiese atún rojo, uno de los pescados más codiciados en la gastronomía. Muy consumido en Japón y en otros lugares de Oriente en preparaciones similares al sushi, el atún rojo se encuentra fundamentalmente en los mares de Japón y en el Mediterráneo.
El mismo propietario, Gabino Escribano, nos contó que lo importan directamente desde España con un proveedor que les garantiza una excelente conservación del producto desde los puertos mediterráneos hasta la cámara del restaurante de Alta Córdoba.
Pero antes del atún, llegó una entrada de calamaretis (los calamares pequeñitos que algunos llaman chipirones) salteados. Mucho limón encima para esperar de manera agradable el principal.
Y llegó la generosa rodaja de atún rojo con unas verduras salteadas, que venía con un toque de tapenade, ese preparado hecho con aceitunas negras, anchoas y alcaparras bien machacadas.
Color intenso, que casi asemeja al de un corte vacuno, es la primera sensación ante el plato. Una textura bien compacta y firme, muy diferente a los de pescados que solemos comer. El sabor bien sutil, delicado, que nos permitió disfrutarlo bocado a bocado. El punto de cocción dejaba apreciar la calidad de un pescado llegado desde tan lejos a un barrio tan distante con el mar.
Por suerte, a veces para viajar no hay que moverse mucho.
Buen provecho.