Aunque el Código Penal argentino contempla desde 1921 la interrupción legal del embarazo en casos de violación, a una nena de 11 años que fue violada reiteradamente por el novio de su abuela la obligaron a parir. Luego de un mes de demoras por la intervención de agrupaciones anti-aborto y del papel que jugaron algunos dirigentes políticos, finalmente le tuvieron que practicar una cesárea.
A la operación la realizó una pareja de médicos ginecólogos de San Miguel de Tucumán, que fueron convocados de urgencia por el secretario de salud, Gustavo Vigliocco. Como el embarazo ya estaba en la semana 23, practicar un aborto fue imposible.
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Ante las críticas que recibió de ambos sectores -los pro aborto legal y los pro vida-, la doctora Cecilia Ousset salió a aclarar su posición y brindó un testimonio dramático. "La verdad estoy mal, estuve llorando. Nadie en todo el sistema provincial de salud quería hacer la interrupción", advirtió, y aclaró que ella es "católica y objetora de conciencia" porque la "supera" el hecho de hacer un aborto.
"Nos encontramos con una nena de cuerpo infantil, para nada desarrollada. Entramos y estaba jugando con unas muñecas en la cama. Cuando la vi se me aflojaron las piernas porque era como mi hija", confesó a Infobae.
"Era más riesgoso continuar con el embarazo que hacer la cirugía. Si no interrumpíamos el embarazo esta nena se moría", dijo la doctora.
El desafío fue aún más grande porque el anestesista, la instrumentadora y la enfermeda se negaron a participar de la operación por la objeción de conciencia. "Quedamos nosotros solos, pero no la podíamos abandonar, no podíamos decirle 'ahora no'. Entonces yo, que fui a acompañarlo, tuve que instrumentarle a mi marido y llamar a una anestesista de otro hospital", relató la mujer.
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La operación duró una hora y consistió en una microcesárea, algo que agrupaciones feministas calificaron como una tortura. "Un aborto por vía vaginal era imposible: era una paciente abusada en múltiples oportunidades, con un embarazo en el segundo trimestre por las dilaciones a las que la sometió el gobierno, y con 180/120 de presión, ya una pre-eclampsia, una de las complicaciones más frecuentes en embarazadas menores de 13 años porque no tienen el cuerpo preparado para gestar", se defendió la doctora.
"Era más riesgoso continuar con el embarazo que hacer la cirugía. Si no interrumpíamos el embarazo esta nena se moría", sentenció frente a las críticas.
Grave estado
El bebé recién nacido tiene escasas probabilidades de salvarse. "Con 26 semanas tendría un 50 de sobrevida, 23 semanas es muy bajo, es aleatorio, es de suerte y con muchas secuelas", dijo la profesional. "De hecho, lo que se hace en estos casos es darle al recién nacido una asistencia respiratoria mínima con oxígeno y esperar su muerte espontánea, porque lo otro también es invasivo y es tortura", evaluó.