31 de agosto de 1999. Una fecha que quedará por siempre marcada en la vida de Marisa Beiró. Ella, junto a siete compañeras de trabajo, habían viajado diez días antes a Buenos Aires para realizar un curso de capacitación.
Una vez finalizado el evento, se dirigieron a Aeroparque. Se tomarían el vuelo 3142 de LAPA de las 20:45.
Marisa Beiró una de las sobrevivientes del tremendo accidente aéreo (en el que fallecieron 65 personas), llegó al programa acompañada de su pareja. (“Mi Otro Yo” - viernes 21hs por Canal C).
“Aparecí caminando entre las llamas y un hombre me dio la mano”
Con voz pausada, y una claridad absoluta, siente que fue como una “elegida” para salir de ese avión, y dio detalles escalofriantes: “Me senté en el asiento 3A y me puse el cinturón. Mientras, mis amigas ojeaban revistas de moda. Yo preferí chusmear la cartilla de seguridad, pero no estaba”, cuenta con sorpresa.
Marisa Beiró estaba a minutos de comenzar la mayor pesadilla de su vida.
Cuando todo se precipitó, recuerda muy bien lo que pasaba a su alrededor: “Solamente veía oscuridad y sentía mucho calor. Ya no daba más y no podía respirar”.
En medio de ese caos, ni siquiera pudo atinar a ver cómo estaban sus compañeras (las siete murieron en el accidente), porque ella luchaba por sacarse el cinturón.
“Luego de varios intentos, sentí que me había rendido. En ese mismo momento, fue como una fuerza sobrenatural, se desprendió el cinto y dije 'salí'".
La sobreviviente de LAPA no recuerda el trayecto que hizo desde su asiento hasta el exterior del avión. “Aparecí caminando entre las llamas y un hombre me dio la mano”.
“Siento que la mayor fortuna es tener los cinco sentidos cada día al despertarme”
El 65 por ciento de su cuerpo estaba quemado y fue ingresada inmediatamente a terapia intensiva. Allí pasó su cumpleaños, el de sus tres hijos, y la muerte de su padre: “Mi papá se murió producto de mi accidente. Por un medio radial escuchó mi nombre, equivocadamente, en la lista de víctimas fatales, y no pudo superarlo”.
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A los dos años, falleció también su madre, la que se había quedado al cuidado de sus hijos: “Yo creo que ella se fue tranquila. Es como si hubiera esperado que yo pudiera ponerme de pie para irse”.
Al momento del accidente tenía tres hijos, que esperaban por ella cada día: “Mi hijo más grande, de nueve años solamente, contuvo a mis hijas más chicas. Les decía que yo me había olvidado una cartera y por ello no volvía”.
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Marisa Beiró es una mujer sumamente fuerte. Pero después del accidente, le siguieron pasando cosas que la volvieron a poner a prueba con esa fortaleza: “A los 30 años, me quedé sin trabajo, sola, sin mis padres, y con tres hijos por mantener”.
A pesar de todo ello, siente que le han regalado 20 años más de vida.
Se muestra agradecida de cada cosa que le pasa: “Siento que la mayor fortuna es tener los cinco sentidos cada día al despertarme”.
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Aprendió a sacarse el enojo. Y no le tiene miedo a la muerte. Pero la única duda que sigue atormentando su cabeza es el por qué a ella. “Aún no entiendo cómo pude salvarme, las estadísticas indican que, por el lugar en donde estaba sentada, no tenía posibilidades de salir viva de allí”.
Su historia la marcó para toda la existencia. Y la lleva escrita en su alma, como las marcas que aún le quedan en partes de su cuerpo, luego de haber pasado por semejante accidente. “Mi hijo quiere que escriba mi historia”, pero ella no está convencida de ello.
Casi como un canto de esperanza para todos aquellos que pasan dolores que sienten insuperables, ella concluye diciendo: “Ya no recuerdo el dolor por el que transité”.