La caída del techo de la antigua cocina del Museo Estancia Jesuítica en Jesús María encendió la luz de alerta. El exadministrador, Ricardo Dalla Costa, indicó que hace 45 años que no se hace nada, a pesar de las presentaciones pidiendo una solución urgente.
El edificio sufre el paso del tiempo y la falta de mantenimiento en algunos sectores claves. La cúpula principal tiene filtraciones de agua y corre riesgo de desmoronamiento. “La humedad es un cáncer en la pared”, sostuvo Dalla Costa.
A unos 100 kilómetros de distancia, en el Museo Nacional de Alta Gracia la preocupación no sede. Las grietas en las paredes se convirtieron en una amenaza. “Estamos en terapia intensiva”, expresó con mucho dolor María Esther Solla, integrante de la Asociación de Amigos del Museo Jesuítico de Alta Gracia.
Desde el año pasado que las Asociaciones de Amigos no pueden recaudar fondos para ayudar en el mantenimiento básico, ya que no perciben ingresos. Están integradas por vecinos, agrupaciones con personería jurídica, que deben presentar anualmente sus balances y entre sus virtudes mencionan la disponibilidad casi inmediata de fondos.
Las irregularidades en el manejo de fondos en algunos de los 24 museos nacionales existentes quedaron en evidencia ante la fragilidad que presentan los edificios declarados Patrimonio de la Humanidad. El legado Jesuita se erosiona, en complicidad con el tiempo y la burocracia que destruye.