La Justicia de la provincia de Chaco ordenó a un hombre, acusado de violencia de género, a devolverle a su expareja los dos perros que se llevó tras la ruptura después de ocho años de relación.
Hace un año y medio se separaron. La víctima denunció violencia psicológica, acoso, intimidación y hostigamiento, razón por la que solicitó una medida de restricción y el botón antipánico. Por esto, “no se anima a ir a buscarlos por temor a que le pueda pasar algo ya que es una persona violenta”.
Bajo estas circunstancias, el juez Juan Pablo Lubary aseguró que la retención de las mascotas les provocó “daño y sufrimiento psicológico” a la mujer y a sus hijos, considerando que hubo violencia familiar. “Los animales son utilizados como chivos expiatorios, mecanismos para maltratar a la pareja o a los hijos, para someterlos, amenazarlos, para evitar que se vayan y/o para asegurar su silencio respecto a su situación de víctimas”, argumentó.
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“(…) Para evitar mayores daños a los ya provocados por la situación de peligro que se configura, y que fueron corroborados con el informe del Equipo Interdisciplinario a los efectos de garantizar todos los derechos reconocidos por los tratados internacionales y los referidos a una vida sin violencia y la seguridad personal (…) corresponde la adopción de la medida protectoria solicitada”, determinó el juez en el fallo.
De acuerdo a lo que informó el fiscal federal cordobés, Maximiliano Hairabedian, a través de su cuenta de Twitter, los animales fueron adoptados por la mujer, quien los curó, cuidó y les dio su afecto. Incluso llegó a considerarlos sus “perrhijos”.
Ante esta evidencia de un vínculo afectivo, preocupación por su bienestar y la sólida relación con “Yuyu” y “General”, Lubary sostuvo que “si bien en cuestiones de Violencia Familiar nuestro derecho positivo no incluye a los animales, no debería descartarse a futuro su inclusión, no solo por ser instrumentos por la repercusión afectiva que ellos tienen en humanos, sino porque sufren como tales”.