Abrir la puerta de la casa de Iván Caviglia significa recordar la importancia del significado de la palabra tiempo. En una de sus paredes, aparecen muchos relojes colgados: uno gira para atrás, otro solo avanza y el resto están paradas marcando las 11:50 horas.
“Ese es el horario que marca la partida de mi hijo”, explicó en diálogo con Noticiero Doce. “Todos los papás quisiéramos hacer que el tiempo vuelva atrás, pero no se puede”, lamentó con profundo dolor. Hace tres años, falleció su hijo a causa de las adicciones a las drogas. Desde entonces, empezó una ardua tarea para ayudar a otros a salir adelante.
Con mucho esfuerzo abrió la Fundación Sol y Luna, un centro de rehabilitación que tiene como objetivo ayudar y contener a jóvenes que sufren algún tipo de adicción y acompañar a familiares. Sin embargo, con la pandemia del coronavirus todo se volvió cuesta arriba: con la prohibición de la presencialidad, tuvo que cerrar. Son varias las instituciones que atravesaron problemas por falta de recursos, sobre todo económicos.
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“La virtualidad es una muy buena herramienta, no es práctica en este sentido, donde no podés tener a un paciente mano a mano media hora, menos sentado atrás un aparato electrónico”, se quejó Iván. Además, aseguró que la necesidad es cada vez mayor y hay cada vez menos lugares.
“Es muy difícil vivir con un hijo adicto, pero vivir sin él es casi imposible”
“La problemática es aún más grande de lo que se ve”, indicó y agregó que es muy importante visibilizarlo. “Sale a la luz por esto de Chano Charpentier, pero hay muchos jóvenes lo padecen día a día”.
Además, Caviglia sostuvo que son muchos los adultos, padres y madres que no quieren ver el problema: “No queremos ver”. Y con su experiencia vivida y esa herida que aún no se cierra, confesó: “Es muy difícil vivir con un hijo adicto, pero vivir sin él es casi imposible”.