Alan Bastida se vio afectado por el coronavirus a tal punto que no puede controlar su propio cuerpo.
Camina con mucha dificultad, no controla los movimientos y casi no puede dormir. Tiene 20 años, es de Mendoza, vive en la ciudad de San Rafael y la enfermedad le dejó secuelas: sufre una complicación post Covid que le provoca un trastorno involuntario compulsivo (TIC).
+MIRÁ MÁS: Su esposa murió por Covid-19 luego de dar a luz y organiza una rifa para pagar el sepelio
Después de un mes sin un diagnóstico preciso, su mamá Mariela decidió pedir ayuda a través de las redes sociales y recibió mucho apoyo y hasta un nuevo tratamiento médico en Mendoza.
Alan dio positivo de Covid-19 el 1 de junio pasado, no estaba vacunado y los primeros estudios detectaron severas carencias de vitaminas D y B.
A los pocos días de infectarse con el virus, sufrió una neumonía bilateral y estuvo una semana internado. Después tuvo una reacción alérgica y comenzó con espasmos. Las manos le temblaban, se le doblaban las rodillas y daba patadas involuntarias. Al final, se le sumaron el cuello y la mandíbula con movimientos bruscos incontrolables.
“Es una pesadilla. Siento mucho dolor y no descanso ni cuando estoy dormido”, le contó Alan a Clarín.
Antes del Covid, estudiaba la carrera de instrumentación quirúrgica, practicaba boxeo, y trabajaba en redes sociales del área de Cultura de la Municipalidad de San Rafael, sur de Mendoza.
“Por las noches, a pesar de tomar calmantes y somníferos, no logra dormir más que tres o cuatro horas. Sigue con los tics”, relató su mamá, Mariela.
Los diagnósticos médicos coinciden en que Alan no tiene una enfermedad genética ni daño neuronal, pero si un trastorno funcional y sugestivo, generado por la angustia y el miedo, lo que requiere de fisioterapia y terapia cognitiva conductual. No hay medicación específica para tratar estos trastornos.
El joven vive con su mamá desempleada y su hermano Gastón, con síndrome de down. Alan es el sostén de la familia, pero ahora la situación se complicó.