Las sierras de Córdoba tienen lugares sorprendentes, pero son pocos los que conocen uno de sus secretos mejores guardados: la Casita de Cristal.
Se trata de una pequeña construcción montada sobre la montaña -una de las paredes es literalmente de roca- en las Altas Cumbres. Para ubicarse un poco más: allí nace el río Chico, que luego alimenta al río Nono, en Traslasierra.
La zona, obviamente, es bastante inhóspita pero con un guía habilitado es posible llegar sin problemas. Se arriba atravesando quebradas y, una vez adentro, el ventanal de la Casita ofrece una de las vistas más bellas de nuestras sierras: entre las rocas del jardín, emerge la cascada doña Elba, de varios metros de altura.
Para acceder a la Casita de Cristal hay que tomar la ruta provincial 34. En un punto antes de empezar a bajar para Mina Clavero, aparece un puesto en el que cobran estacionamiento por persona. También ofrecen productos regionales, algunas comidas y bebidas.
La caminata es de dificultad moderada. Son unos 12 kilómetros ida y vuelta y hay 750 metros de desnivel, una altura importante que obliga a esforzarse en la subida.
En tiempo, desde la ruta hasta el refugio, son unas 3 horas y media (7 en total). Es una zona agreste, por lo que vale la pena insistir: lo recomendable es ir con guías habilitados por la Agencia Córdoba Turismo.
Aunque la idea es desconectar entre la naturaleza y el silencio, sacar fotos de spots instagrameables es casi inevitable. Buena parte del trekking se realiza sobre una quebrada que tiene bien de frente el filo de las Sierras Grandes y el valle de Traslasierra. Sí: la montaña de un lado y la inmensa planicie del otro.
Llegando al refugio, se ingresa a otra quebrada con vistas al Cerro Bayo y al Champaquí. La cascada Elba, por supuesto, también es un cuadro viviente para fotografiar mate mediante.
Lo llamativo de la Casita de Cristal no termina ahí. Su historia está cargada de emociones para cualquier amante del rally.
Quien la construyó fue Jorge Recalde, el mítico piloto que amaba las Altas Cumbres. Junto con su amigo José Ignacio Castro, se le ocurrió construir un lugar que funcione como refugio para quienes aman las Altas Cumbres tanto como las amaba él.
Se llama el “Paso del Guanaco” y no lo administra nadie: se puede pasar la noche con una bolsa de dormir y aislante, siempre y cuando no llueva ya que hay algunas filtraciones.
Recalde y su amigo solo pusieron una condición, que se lee en la placa que recibe a los visitantes y debería aplicar en cada lugar de las sierras: valorar la naturaleza y cuidarla, amarla y protegerla.
Créditos
Edición y texto: Nicolás Colautti.
Fotos y videos: Diego Maza, estudiante de 3er año de la carrera de Guía de Trekking y Montaña del Instituto Superior Arturo Umberto Illia.