En la madrugada del 23 de agosto, la Luna entrará en su fase nueva y se ubicará tan cerca del Sol que su cara iluminada quedará completamente oculta desde la Tierra. No será posible verla, pero esta “desaparición” temporal tiene nombre: Luna Negra, un fenómeno poco frecuente que ocurre solo cada 33 meses.
Este evento se da cuando, en lugar de las tres Lunas nuevas típicas de una estación, se produce una cuarta. En este caso, el verano del hemisferio norte contará con Lunas nuevas el 25 de junio, 23 de julio, 3 de agosto y 21 de septiembre. La tercera de esta secuencia, la del 23 de agosto, es la que recibe este apodo.
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Aunque no haya nada visible en esa noche, sí se podrá aprovechar el cielo en su punto más oscuro. La ausencia total de luz lunar permite observar con mayor claridad galaxias lejanas, cúmulos estelares y la Vía Láctea.
Además, quienes miren el cielo al atardecer del 24 o 25 de agosto podrán ver reaparecer un fino arco plateado: el regreso de la Luna como una delicada luna creciente.
Más allá del espectáculo visual —o la falta de él—, este tipo de eventos recuerda que los ciclos celestes no siempre coinciden con nuestro calendario. Para los científicos, son una oportunidad de estudio.