Después de más de cien años de misterio, el diamante Florentino, una de las gemas más célebres de la historia europea, volvió a ver la luz. La piedra, de 137 quilates y tonalidad amarilla, había pertenecido a la familia Habsburgo y antes a los Medici, los poderosos gobernantes de Florencia.
Su paradero fue un enigma desde el fin de la Primera Guerra Mundial, cuando el emperador Carlos I de Austria-Hungría ordenó trasladar las joyas imperiales a Suiza para protegerlas de la revolución y el caos político que marcaban el fin del imperio. A partir de entonces, comenzaron las versiones: algunos creyeron que la gema había sido robada o revendida, otros que había sido tallada nuevamente. Incluso inspiró novelas y películas que fantasearon con su desaparición.
+ MIRÁ MÁS: Traían 29 iPhones ilegales a Córdoba y quisieron coimear a la Caminera con casi medio millón
La verdadera historia fue revelada ahora por los descendientes de Carlos I, quienes confirmaron al The New York Times que el diamante nunca se perdió, sino que permaneció en una bóveda de un banco canadiense desde la Segunda Guerra Mundial.
Según Karl von Habsburg-Lothringen, nieto del último emperador, el secreto se mantuvo por decisión de la emperatriz Zita, esposa de Carlos I, quien ordenó guardar silencio durante cien años tras su muerte, ocurrida en 1922. Solo dos de sus hijos conocían la ubicación exacta del tesoro, y transmitieron la información a las siguientes generaciones.
“Cuanto menos sepa la gente, mayor es la seguridad”, explicó Karl, quien junto a sus primos Lorenz y Simeon von Habsburg-Lothringen fue el encargado de abrir el viejo maletín que contenía las joyas.
Ahora, cumplida la promesa de confidencialidad, la familia Habsburgo planea exhibir el diamante Florentino en Canadá, en agradecimiento al país que los recibió durante el exilio. “Debería formar parte de un fideicomiso aquí y mostrarse cada tanto al público”, expresó Karl von Habsburg.