Cuando el reloj marca la medianoche del 1° de enero, miles de personas en Argentina y en todo el mundo hispanohablante se preparan para cumplir con un ritual que atraviesa generaciones: comer 12 uvas, una por cada campanada. Este gesto, cargado de simbolismo y esperanza, se convirtió en un clásico de las fiestas de fin de año y sigue sumando adeptos.
La tradición nació en España a comienzos del siglo XX. Según una de las versiones más populares, todo empezó por un excedente de uvas que los productores quisieron aprovechar, promoviendo la idea de que comerlas traía buena suerte para el año que arrancaba.
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Con el tiempo, la costumbre cruzó el Atlántico y se instaló en América Latina, donde cada familia la adaptó a su manera. Hoy, las 12 uvas son protagonistas en cenas, reuniones y brindis, y se convirtieron en un símbolo de optimismo y buenos deseos para el ciclo que comienza.
El rito es simple, pero tiene sus secretos. Cada uva representa un mes del año y, al comerlas, se pide un deseo o se visualiza una intención positiva para ese período. La clave está en la concentración: mientras se mastica cada uva, se piensa en lo que uno quiere atraer, desde salud y trabajo hasta amor o estabilidad emocional.
No hay una única forma de hacerlo, pero muchos prefieren preparar todo unos minutos antes: separar las 12 uvas (mejor si son frescas y sin semillas), tener a mano un plato pequeño y una copa de sidra o champán para el brindis. Algunos suman papel y lápiz para anotar los deseos, o eligen ropa de un color especial para potenciar la energía.
Consejos para cumplir el ritual de las 12 uvas
- Seleccioná 12 uvas frescas, descartando las que estén dañadas.
- A la medianoche, comé una uva con cada campanada del reloj. Lo ideal es estar de pie y con la mano derecha libre.
- No te apures: seguí el ritmo del reloj y no intentes tragar todas juntas.
- Mientras masticás cada uva, repetí internamente el deseo para ese mes. Por ejemplo: “Enero: salud”, “Febrero: trabajo”, y así hasta diciembre.
- Cuando terminás las 12, esperá que termine la medianoche y hacé el brindis con una bebida espumante. El primer trago, acompañado de un pensamiento de gratitud, sella el compromiso con el año nuevo.
Aunque algunos suman otros gestos simbólicos, como anotar deseos o usar prendas de colores, las uvas siguen siendo el centro de la escena. Es un acto sencillo, pero poderoso: invita a frenar un instante, pensar en lo que uno quiere y arrancar el año con energía positiva.
Así, el ritual de las 12 uvas se mantiene vivo, adaptándose a los tiempos pero sin perder su esencia: empezar el año con intención, esperanza y alegría.