“Quiero ser cantante, como soy, y no por la plata, sino por alegría en la gente, que la gente me siga”. Esa fue la respuesta de Walter Olmos cuando le preguntaron qué quería ser cuando sea grande. En ese momento era solo un adolescente, pero él ya sabía que la música le había dado una segunda oportunidad.
Nacido en Catamarca el 21 de abril de 1982, su mamá Noemí lo tuvo con tan solo 15 años. El primero de nueve hermanos de una familia humilde, se crió prácticamente en las calles de San Fernando del Valle, la capital de su provincia, lustrando botas y haciendo algunas changas.
+ VIDEO Archivo El Doce: Walter Olmos en Córdoba (2001):
“A pesar de las mañanas, llenas de frío y desazón, por no tener para zapatos, y nada más que una ilusión”, relataría unos años después en su canción “Chico de la calle”. “Chico de la calle, que nadie pregunta si te falta el pan, chico de la calle, que sufriendo espera ser un poco más. Lo que a ti te falta, lo que estás sufriendo, también lo he vivido, no pude jugar, no pude estudiar, mi escuela fue la calle”, en primera persona, Walter cantaba la dura realidad que le tocó vivir en carne propia.
Y esos años pateando veredas, rebuscándosela para sobrevivir lo llevó varias veces a la comisaría. "Nunca robé plata o cosas de valor. Siempre robé comida", afirmaba siempre en los medios. Ese comportamiento lo llevó a los 13 años a ingresar en un instituto de menores. Ahí fue cuando, gracias a un compañero, escuchó un casette de La Mona Jiménez y lo comenzó a imitar para divertir a sus compañeros.
"Rodrigo es único, la Mona es único y yo quiero ser único"
A los dieciséis salió del hogar tutelar, con la ilusión de ser famoso y convertirse en cantante profesional. Para lograrlo, le hizo una promesa a la Virgen del Valle de Catamarca: “Si me hacés cantar, yo te doy diez pesos”, le dijo, pero las circunstancias hicieron que tenga que pasar un tiempo para cumplir lo prometido.
“Había empezado a cantar en una banda chiquita. El tipo que la armaba tenía carnicería y verdulería, y yo lo que quería era que me diera para comer, para poder llevar algo a mi casa. Pasó el tiempo, pero el tipo no me daba nada, nada de nada, ni para hacer un estofado. Y no le pude pagar a la Virgen lo que le prometí. Las cosas quedaron así por un tiempo y al final pude entrar a la banda Los Bingos, que es una banda catamarqueña que hace cuarteto desde hace treinta años. Pude tener la chance de cantar con ellos y ahí sí ya le pagué a la Virgen los famosos diez pesos”, relató poco tiempo antes de su muerte a Página 12.
Sus comienzos en Los Bingos
El 23 de agosto de 1998, la banda catamarqueña Los Bingos (la misma en la que más adelante debutaría Damián Córdoba) hace de telonera de La Mona en un evento de La Casona. El cantante, un joven Walter de 16 años, interpreta "Amor de alquiler" ante una multitud. "Es el clon, la fotocopia de la Mona Jiménez y gracias a dios es catamarqueño", lo presenta el locutor, y la gente explota.
+ VIDEO: Walter Olmos en La Casona (1998):
El Potro, su padrino
Un día, Rodrigo Bueno, ya consagrado, llega a Catamarca para hacer un show. Estaba en un boliche cuando en una radio escuchó una canción de Walter: "¿Quién es ese chico "con la voz parecida a la Mona Jiménez"?, dijo, y pidió que se lo presenten. Tras conocerlo, le pide permiso a su mamá y se lo lleva a Tucumán a trabajar con él. Juntos, hacen el hit "Por lo que yo te quiero", que se convirtió en éxito nacional y quedó registrado en un disco en vivo del Potro.
"Yo era la primera vez que salía de la provincia. Rodrigo era de Córdoba y en Córdoba hay miles de chicos que hacen cuarteto, y él fue a elegir justo a un pibe de Catamarca, de donde nunca se pensó que podía salir un cuartetero. Pero fue así y por eso lo del Elegido. Pero nada de ser el sucesor ni el heredero, porque yo pienso que nadie es heredero de nadie. Rodrigo es único, la Mona es único y yo quiero ser único. Hay gente que lo piensa de otra manera y yo lo sé, pero creo que el único heredero que tiene Rodrigo es el hijo”, dijo sobre su amistad con Rodrigo.
La gran consagración del catamarqueño se dio a mediados de 2001. Tras la muerte de Rodrigo, Walter Olmos se convirtió en uno de los cantantes más populares de música de cuarteto a nivel nacional, llegando a hacer, con tan solo 20 años, dos Luna Parks con entradas agotadas.
Fue en esos shows en que el catamarqueño le da el empujón al por entonces joven Damián Córdoba para lanzar su carrera. Cuando él tenía tan solo 13 años, se presentó a un casting para reemplazarlo en el grupo catamarqueño Los Bingos, tras la salida de Walter. Allí es cuando Olmos lo descubre y lo lleva consigo a Buenos Aires, donde lo hace tocar a su lado como artista soporte. Gracias a él, Damián pisa por primera vez el escenario del Luna Park. Trabajaron dos años juntos hasta su lanzamiento como solista, etapa en la que Walter lo apoya como representante.
Un precipitado final
La madrugada del 8 de septiembre de 2002, Walter estaba hospedado en la habitación 22 de un discreto hotel del barrio porteño de San Cristobal. En algunas horas más, actuaría en tres bailantas distintas. Pero antes, el cantante se entretenía con un juego macabro.
"Él jugaba, tiraba, nos apuntaba a todos con el arma, decía que no funcionaba", relató días después un integrante de su banda. Los que estaban con él, dos músicos, un sonidista y un plomo, lo escucharon varias veces gatillar e intentaron hacer que parara, pero no les hizo caso. “Entré a la habitación y me puso el arma en la cara. Escuché un clic y le dije: ‘Dejate de joder con eso que le vas a pegar un tiro a alguien’”, narró el sonidista López. "Ves que no pasa nada, ya le saque la bala", le respondió él.
Se acostó sobre la cama de su habitación, apuntó a su sien y disparó. Una muerte absurda con dos velatorios multitudinarios: uno en una bailanta del gran Buenos Aires y otro en Catamarca. A 18 años de su muerte, las últimas horas de Walter todavía son un misterio.