Las estadísticas señalan que cada año hay cientos de trenes que se mueven solos por defectos técnicos o accidentes. Fallas en los frenos, descuidos, problemas por el estado de las unidades. Casi todos lo hacen unos pocos metros hasta que paran solos, alguien los detiene, descarrilan o se accidentan de una u otra manera.
Pero algunos pocos casos van más allá del incidente menor. En 2001, por ejemplo, un tren cargado de vagones con productos químicos fuera de control y sin maquinista recorrió decenas de kilómetros hasta que lograron detenerlo y casi por milagro se pudo evitar una catástrofe.
El episodio inspiró la película de acción “Imparable” (2010), que fue protagonizada por Denzel Washington. Otros accidentes no tuvieron tanta suerte y dejaron un saldo de decenas y hasta cientos de muertos. Es el caso de la tragedia de Lac- Mégantic, Canadá (2013), en la que un grupo de vagones cargados de combustible se desprendieron de las máquinas y tras circular unos 5 kilómetros, descarrilaron en el centro de un pueblo, explotaron y mataron a 42 personas además de dejar decenas de heridos.
No es el caso de la historia de nuestro tren fantasma que, tal vez porque sólo tuvo una buena dosis de suerte, tuvo un final feliz. Un evento que no aparece en el libro Guiness de los records, pero debería.
Todo empezó en Mendoza, en la localidad de Palmira, en terrenos del ferrocarril Buenos Aires al Pacífico (antes y después, FFCC San Martín) que en ese entonces estaba en manos de la firma brasileña América Latina Logística (ALL).
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Eran las 09:40 de la mañana cuando se detectó que la locomotora de maniobras 5557 estaba en movimiento. Su conductor, sin embargo, no estaba a bordo sino desayunando tranquilamente en el comedor de la empresa.
Era la antigua máquina General Motors GA8 que había empezado a desplazarse en la playa de maniobras de la compañía ferroviaria, en las afueras de la ciudad de Mendoza capital. El conductor la había dejado en marcha, pero frenada. Solo pudo ser detenida con el auxilio de otra unidad 5 horas después pasando la localidad de Beazley, en el sur de San Luis.
En el medio, la mole de 56 toneladas cruzó decenas de pasos a nivel en calles, avenidas y rutas sin chocar ni atropellar nada ni a nadie. En algunos tramos dicen que alcanzó velocidades de casi 100 kilómetros por hora. En otros fue más lento y varios operarios intentaron sin éxito treparse a la carrera. Finalmente se eligió una zona con una ligera subida para colocar delante otra locomotora y así ayudar a detenerla definitivamente.
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Luis Mendoza, el maquinista que se quedó sin máquina, dijo “Es imposible que se haya puesto en marcha sola. Yo sé lo que pasó, pero no puedo probarlo” dando a entender que un tercero había participado en el hecho. Aunque en ese momento no había conflictos con el personal, ALL rápidamente salió a decir que se había tratado de un sabotaje.
El gerente de la empresa dijo “la resolución sin inconvenientes prueba que nuestro equipo trabajó en forma eficaz no poniendo en juego vidas ni bienes materiales”.
La máquina de 850 HP, con casi 60 años de antigüedad, fue vista hace un par de meses en la zona de Marcos Juárez en su tradicional labor, en playas de maniobras ferroviarias. Aquella escapada que fue noticia en el mundo ya es una vieja anécdota, pero sin duda la catapultaron a la categoría de una verdadera leyenda de los rieles.
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