A menos de tres meses para el Mundial de Fútbol en Qatar, la locura por el álbum y las figuritas ya se hizo sentir. En menos de 24 horas de su salida a la venta, se agotaron en todo el país. La expectativa de los coleccionistas ya generó furor y el sentimiento de argentinidad se vuelve hacer sentir a flor de piel.
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En Seguimos en El Doce, palpitamos la previa de la Copa del Mundo con dos coleccionistas cordobeses. Gustavo Farías y Oscar Roldan contaron la pasión que tienen por juntar las figuritas de todos los mundiales. Según explicaron, a diferencia de lo que se cree, es una práctica bastante antigua.
“Desde mediados de 1800 ya venían algunas figuritas junto a los paquetes de cigarrillos, de fósforos o bebidas, después se masificó y empezaron a venir en sobrecitos solos, pero antes acompañaban a algún producto”, informó el periodista.
Cambiar figuritas
“En 1908, hace más de un siglo, en La Voz del Interior ya había avisos de cambios de figuritas”, relató Farías. Sin embargo, Roldan detalló que las redes sociales les “facilitaron todo”. A través de grupos de Facebook se empezaron a juntar para intercambiar. Con el tiempo la práctica fue creciendo y en algún momento llegaron a ser más de 1.000 personas intercambiando jugadores al mismo tiempo en el Buen Pastor.
“Lo que pasó en el 2018 fue una locura. Éramos 40 y 50 personas y con el tiempo llegamos a estar rodeados de más de mil personas”, precisó.
Mukombo, hazaña imposible
Gustavo Farías consiguió la figurita de Mwanza Mukombo después de 40 años y pudo completar el álbum del Mundial de Alemania '74. El defensor de Zaire, pasó a la historia argentina como la figurita más difícil de obtener y que amargó generaciones. Sin dudas fue la más buscada del país.
“Me llevó 40 años encontrarlo. Nadie sabía quién era, pero todos queríamos a Mukombo. Ahora vale unos cuantos miles de pesos”, aclaró el periodista. Y agregó sobre la experiencia: "Empecé a juntar todo a los 9 años y lo logré llenar a los 49”.
A todos les faltaba Mukombo: “Era de una deslealtad comercial tremenda. Los fabricantes hacían una difícil para que te mueras comprando figuritas”. Sobre el final, Farías reveló que aprendió a leer gracias a obsesionarse con las "pequeñas perlitas" que hicieron y hacen la memoria colectiva del deporte.