Este viernes, Fernando Lauría y María Inés Lobo cruzaban el Boulevard Guzmán a la altura de 25 de mayo, a una cuadra del Centro Cívico. Llegaron a la esquina y se encontraron con un obstáculo lamentablemente familiar: un auto bloqueaba por completo una rampa para personas con discapacidad.
Ambos debieron avanzar 50 metros por la calle -que de por sí ya es peligrosa- hasta una entrada para vehículos, ya que el cordón en ese sector tiene aproximadamente el doble de altura que lo normal.
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Mientras atendían a la mujer en un centro de salud cercano, su esposo salió y vio que el vehículo seguía estacionado ahí. Estuvo unas dos horas. Pasó por una farmacia, compró un lápiz labial (tenía uno en su auto, pero la farmacia estaba más a mano) y escribió "rampa" en las ventanillas junto a una flecha.
Sacó fotos y las mandó a El Doce y Vos con el objetivo de escracharlo y pedir que, de una vez por todas, haya respeto.
Desde hace 11 años, cuando María Inés sufrió un doble ACV del cual sobrevivió de milagro, atraviesan cotidianamente situaciones como ésta. Y él está ahí para intentar generar conciencia.
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"Desde hace un año, más o menos, llevo en el auto un lápiz labial, plasticola y papeles impresos. Son páginas A4 con una frase que dice algo como 'no jodas la vida de los demás, respetá y ponete en mi lugar'", contó Fernando a ElDoce.tv. "No rayo el auto porque no me gustaría que me lo hagan", agregó.
Pero no lo hace solo cuando su esposa es la damnificada. "En los estacionamientos de supermercados me fijo los autos que estacionan en los espacios para discapacitados, y casi siempre el que se baja está mejor que yo; ahí también les pego el papel", indicó.
La historia de este concientizador cordobés se entrelaza con la de su esposa, la mujer del milagro. El ACV le hizo "ver la luz", pero volvió. En ese momento le sacaron una parte importante del cráneo para descomprimir el cerebro. Se lo congelaron y al tiempo se lo volvieron a colocar.
11 años después, María Inés continúa con rehabilitación permanente y tiene la mitad del cerebro muerto. Pero lucha por volver a caminar y a sus 54 años, esta ingeniera agrónoma estudia su segunda carrera universitaria, Licenciatura en Comunicación Social en la UNC.
"Encima, hace dos años perdimos a un hijo. Pero ella solo sabe ir para adelante... Es difícil seguirle el tranco", expresó entre risas su compañero de vida.