En la isla 25 de Mayo de la Antártida —también conocida como isla Rey Jorge—, en la Bahía del Almirantazgo, un equipo científico polaco realizó un descubrimiento que pone fin a una historia que llevaba más de seis décadas sin resolverse.
El retroceso de un glaciar dejó al descubierto restos humanos que, tras ser sometidos a pruebas genéticas, fueron identificados como los del meteorólogo británico Dennis “Tink” Bell, quien desapareció el 26 de julio de 1959 mientras trabajaba para el Servicio de las Dependencias de las Islas Malvinas (FIDS).
+ MIRÁ MÁS: Hallaron a una Miss Universo muerta y atada a piedras en el fondo del mar: buscan a tres secuestradores
La confirmación de su identidad fue posible gracias a un análisis de ADN realizado en el King’s College de Londres, el cual determinó su compatibilidad genética con muestras aportadas por sus hermanos, David y Valerie Bell. El descubrimiento, ocurrido en enero de este año, fue calificado por el British Antarctic Survey (BAS) como el cierre de una de las historias más emotivas de la exploración científica en la Antártida.
Una tragedia en territorio inexplorado
Bell formaba parte de una expedición liderada junto al topógrafo Jeff Stokes, cuyo objetivo era realizar estudios geológicos y topográficos en un sector prácticamente inexplorado de la isla 25 de Mayo. Viajaban en trineos tirados por perros cuando, durante el ascenso por una zona plagada de grietas, tomaron lo que creyeron era un camino más seguro.
Sin embargo, el agotamiento de los perros levantó sospechas, y Bell avanzó a pie para alentarlos. Fue entonces cuando, sin llevar puestos los esquíes, cayó en una grieta oculta bajo la nieve.
Aunque sus compañeros lograron localizarlo e intentaron rescatarlo con una cuerda atada a su cinturón, el peso provocó que esta se soltara, lo que causó una segunda caída que le costó la vida. Desde aquel momento, las extremas condiciones del continente impidieron cualquier intento de recuperación de su cuerpo y se lo declaró desaparecido.
“Este hallazgo pone fin a un enigma que ha perdurado durante décadas y nos recuerda las historias personales que forman parte de la historia científica de la Antártida”, señaló Dame Jane Francis, directora del BAS.