La agencia brasileña de asuntos indígenas, Funai, recibió la denuncia e investiga los hechos ocurridos en el Amazonas, entre las fronteras de Brasil, Perú y Colombia.
En esa región hay varias comunidades originarias que se mantienen en un asilamiento casi total. Salvo esporádicas apariciones, se trata de aborígenes que se acercaron a la civilización no más de dos o tres veces en todas sus vida.
La matanza se conoció por boca de los mineros y fue difundida a nivel global por el sitio del New York Times. Según esta versión, en un bar fronterizo los criminales se incriminaron delante de un grupo de personas. Lo contaron como si se tratara de una hazaña. “Teníamos que matar o morir”, aseguraron.
La matanza cruel abrió nuevamente el debate sobre la protección de estas civilizaciones que están a punto de desaparecer. "Hay mucha evidencia, no necesita ser probada", aclararon los investigadores.
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La crisis en Brasil les quitó fondos a los organismos responsables de la protección de la vida originaria en la selva. De los 19 puestos de vigilancia ahora solo quedan 5. El gobierno les quitó recursos y estas familias ancestrales cada vez quedan con menos protección. Mientras tanto, año tras año se siguen quemando miles y miles de hectáreas para dar lugar al avance de la ganadería y la minería.