El gobierno chino, otra vez en el ojo de la tormenta. El presidente Xi Jinping intenta que los médicos de la ciudad de Wuhan, primer epicentro del coronavirus a fines del año pasado, no colaboren con con la misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que intentará determinar cómo fue que nació el Sars-CoV-2.
Es por eso que les prohibió a los profesionales de la salud que informen sobre el manejo primario que las autoridades sanitarias ordenaron en torno al nuevo virus que derivó en la muerte de, hasta ahora, 1.434.509 víctimas en todo el mundo.
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De acuerdo a la agencia de noticias japonesa Kyodo, el gobierno de Xi Jinping “advirtió a los médicos que respondieron al nuevo coronavirus en la etapa inicial del brote en Wuhan, que podrían ser castigados por espionaje si revelaban lo que sucedió durante el período”. Es decir tendrán prohibido, como en un inicio, hablar sobre qué fue lo que vieron y qué los obligaron a callar cuando el brote ya estaba fuera de control.
“Un médico en Wuhan dijo que las autoridades de salud le dijeron que sería castigado por la ley si revelaba su experiencia, y si se le acusaba de espionaje, se le podría imponer la pena de muerte”, indicó la agencia japonesa.
Así, el régimen chino parecería estar decidido de mantener el hermetismo total, al igual que sucedió en el comienzo de la pandemia, cuando persiguió a los médicos de Wuhan que intentaban dar la voz de alerta. Tal fue el caso del médico Li Wenliang, que fue silenciado por las autoridades cuando quiso advertir a sus colegas y luego al a población sobre el brote.