Vivió cuatro años bajo el dominio nazi. El régimen de Hitler mató a toda su familia. Estuvo en campos de concentración y exterminio. Pasó por el ghetto de Varsovia, el campo de Auschwitz y el de Mauthausen, entre otros. Sufrió hambrunas, frío, maltratos y vio la muerte de cerca. Logró sobrevivir y emigró a Argentina.
Edgar Wilfeuer tiene 98 años y, desde Córdoba, contó su historia y brindó un mensaje sobre la nueva guerra que tiene en vilo al planeta. "Parece que el mundo no aprendió nada", lamentó en diálogo con El Doce.
“Cuando los alemanes llegaron a la ciudad, empezó el problema para los judíos”, apuntó, y se refirió a la ciudad de Lviv, en Ucrania, a donde él y su familia huyeron cuando las tropas de Hitler invadieron Polonia, su país natal.
En aquel entonces la gente huía de Polonia a otros países, entre ellos Ucrania. Una situación inversa a la que ocurre hoy: ciudades polacas ya recibieron millones de refugiados ucranianos.
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Wilfeuer reflexionó sobre la situación y marcó la diferencia que existió. Señaló que en la Segunda Guerra Mundial los polacos tenían “montones de problemas” pero que “nadie les dio una mano para mejorar la situación”.
“Se mató un montón de gente, todos los que los alemanes suponían que no eran útiles para ellos”, contó Edgar sobre lo que él llama “la liquidación” de uno de los ghettos por los que pasó. Y recordó que en esa oportunidad, junto a otro prisionero fueron obligados a cavar una fosa para los cadáveres: “Se ponían capas de gente, cal y otra capa de gente”.
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Del pasado al presente
Hoy, las imágenes de la guerra muestran a niños que cruzan solos la frontera de Ucrania. Familias que envían a sus pequeños con la esperanza de un mejor futuro, lejos de la guerra. Personas que ponen el valor de la vida por encima de todo.
“Ahora Ucrania tiene a donde mandar a sus hijos, a dónde escaparse”, comparó Edgar. Y marcó la distancia con la Segunda Guerra Mundial: “Nosotros no teníamos a donde escapar, había alemanes por todos lados”.
Desde su casa, relató con precisión todo lo que vivió en los campos de trabajo y exterminio creados por los nazis. Edgar marcó que en muchos campos por los que pasó los hacían trabajar todo el día mientras morían de hambre. “Nos daban un pedacito de pan por la mañana, otro por la noche y una sopa de cáscara de papas a la mañana”, dijo. El día que lo liberaron tenía 21 años y pesaba 40 kilos.
Wilfeuer vive desde su juventud en Argentina, adonde emigró junto a Sonia Schulman, otra sobreviviente que tenía una tía que vivía en Córdoba. Se mantiene informado de las noticias que llegan desde Ucrania y apunta que es difícil comparar lo que él vivió con el conflicto actual. “Hitler y Putin no son iguales, los dos no son buenas personas, pero no hay comparación”, sostuvo.
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Desde Córdoba, compartió una reflexión para la humanidad: “Parece ser que el mundo no aprendió nada desde la Segunda Guerra Mundial y las cosas siguen”. Y repitió el mismo mensaje que da en las charlas que brinda a alumnos en colegios de la ciudad: “El mundo debe ser más tolerante, todos somos iguales, no hay gente mejor que otra por ser de otra nación o de otra raza. Todos somos humanos y tenemos que aceptar que no hay diferencias entre nosotros”.
A pesar de todas las atrocidades que vivió, asegura que no vive con odio ni resentimiento. “El rencor es una carga, hay que dejarlo de lado”.