* Por Marwan Sarwar Gill, Imam y presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina
En los últimos días, se hizo viral la noticia de una menor en Filipinas que fue obligada a casarse con un hombre mayor. Ambos son de origen musulmán, y dado eso, algunos medios asociaron tal casamiento forzado con la religión islam.
Ante todo, es importante aclarar que Filipinas no es un país musulmán, sino que es predominante católico. Los casamientos forzados con menores son un problema social, y según las estadísticas de UNICEF, es el doceavo país en el mundo con los números más altos en relación de casamientos con menores.
Sin embargo, hay que distinguir entre los problemas sociales de una sociedad y las enseñanzas de una religión, sea ahora el islam o el cristianismo. Si la acción de un individuo o de una colectividad, sea ahora en América Latina, en el Occidente o en el Oriente, no es inspirada por las enseñanzas religiosas, y por lo tanto, es incorrecto asociar tal acto a una religión, aunque la persona sea seguidora de tal religión.
La Comunidad Musulmana Ahmadía, que se fundó por el Mesías Prometido Mirza Ghulam Ahmad en el año 1889, repudia los casamientos forzados y todas las formas del abuso sexual, sean contra menores o mayores. El islam, ya en el siglo VII, garantizó a la mujer el derecho de elegir libremente a su marido y declara su consentimiento como pilar del matrimonio. Incluso, la mujer en el islam tiene el derecho a divorciarse y volver a casarse, si ella no se siente feliz en su matrimonio.
El Sagrado Corán, el libro divino de los musulmanes, destaca que la función del matrimonio es como una vestimenta, tanto para esposa como para el marido.
Es decir, como la vestimenta otorga protección y al mismo tiempo belleza al cuerpo, asimismo debe funcionar el matrimonio. Por lo tanto, dijo el profeta Muhammad, fundador del islam:
“El mejor entre los musulmanes es aquel, quien trata en la mejor forma a su esposa”.