Kim Wall tenía 30 años. Había nacido en Suecia y era periodista freelance. Viajaba por todo el mundo y trabajaba para medios como el New York Times y The Guardian.
Había viajado a Copenhague para hacer un reportaje sobre la vida de Peter Madsen, un ingeniero que inventó y creó el submarino fabricación privada más grande del mundo, y la última vez que se la vio fue el 10 de agosto a bordo de esa nave, el UC3 Natilus, junto a su particular entrevistado.
El 11 de agosto, el submarino se hundió, Madsen declaró que había sido un accidente. En sus primeras declaraciones dijo que saltó desde la nave, pero que la periodista se había bajado mucho antes y que él mismo la había llevado a la costa.
Al advertir que Wall no regresaba, su novio dio aviso a la Policía, que comenzó la búsqueda que terminó con el peor final. El pasado lunes 21 de agosto, un ciclista divisó flotando un torso en el Mar Báltico, en una playa al sur de Copenhague.
Las pruebas de ADN practicadas en las últimas horas confirmaron que coincide con las muestras recogidas del cabello y cepillo dental de la periodista. Y lo peor de todo: la Policía asegura que el cuerpo, que apareció sin cabeza y si brazos, fue "deliberadamente mutilado", y lastrado con un metal adherido al mismo para evitar que saliera a la superficie.
Por una serie de inconsistencias y contradicciones, arrestaron a Peter Madsen y la fiscalía que investiga lo acusa del asesinato de la joven periodista. Las autoridades mantienen la hipótesis de que la embarcación de 40 toneladas fue hundida deliberadamente, luego de que su dueño asesinara a la mujer. En el interior del submarino fueron encontradas manchas de sangre que también coinciden con la de Wall.
Ahora, el misterio sobre qué ocurrió en el submarino es el secreto mejor guardado por el detenido. Madsen es un aficionado de la historia militar, enamorado de las epopeyas navales y aéreas, y que a los 15 años fundó su primera empresa con el objetivo de comprar piezas para construir un cohete para lanzar al espacio.
Quienes lo conocen lo definen como una persona no violenta, que no se droga ni bebe, pero con una personalidad fuerte y con dificultades para relacionarse con la gente con la que trabaja. A pesar de que unos 25 voluntarios participaron en la fabricación del submarino, en el 2015 lo convirtió en su propiedad y dijo que sobre él había una maldición. "Esa maldición soy yo. Nunca habrá paz en el 'Nautilus' mientras yo exista", dijo. Una especie de profecía autocumplida.
La familia de Kim Wall se manifestó a través de un comunicado y calificó como "inimaginable" este horroroso final. "Kim trabajó como periodista en muchos países peligrosos y a menudo nos hemos preocupado por ella", escribieron en una carta a la televisión danesa. "Que algo pudiera ocurrirle en Copenhague, apenas a unos kilómetros de la casa en la que se crió, es algo que no nos podíamos imaginar. (...) Desde todos los rincones del mundo, hemos recibido testimonios de cómo fue una persona que marcó la diferencia".