En total, las muertes misteriosas que ocurrieron Milwaukee, Estados Unidos, fueron tres. En 1980, un bebé sufrió aparente "muerte súbita" en la casa de su mamá. En 1984, los médicos encontraron una situación similar y declararon otra lamentrable "muerte súbita infantil". En 1985, una criatura de 11 semanas no reaccionaba y la causa fue idéntica.
Los tres casos tenían una sola cosa en común: al lado de los pequeños estaba la niñera Nancy Moronez. Hasta ese momento nadie sospechó de la mujer, que en uno de esos casos vio morir a su propio hijo.
"No puedo cuidar a niños que lloran constantemente", argumentó la criminal.
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Pero toda la coartada se rompió en el 2015. La propia hija de Moronez la denunció y logró que el pasado viernes la imputen por los homicidios. Ante las autoridades y en un largo interrogatorio, la acusada, de 60 años, se quebró. "No puedo cuidar a niños que lloran constantemente", reconoció.
En la declaración incluso contó con detalles cómo mató a su propio hijo: como lloraba, llamó a la pediatra y ésta le dijo que era algo normal. Para callarlo le dio un baño, lo hundió en el agua y contempló "cómo se retorcía en el agua". Una vez cometido el crimen, le puso pañales nuevos y llamó al 911. A otros dos pequeños los sofocó con una manta.
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El diario The Washington Post agregó otro dato escalofriante: cuando nació la hija que ahora la denunció, prometió "a Dios" no matarla si lloraba. Justamente, con la hija rompió otra promesa que la terminó dejando en prisión: se había jurado no contarle nunca nada a nadie, pero no pudo resistir la tentación de que su heredera sepa su historial asesino.