El proyecto que en los hechos vuelve la situación hacia atrás 3 meses con respecto al impuesto a las Ganancias es absolutamente lógico. La virtual eliminación de este tributo, el más progresivo de todos, impulsada por el entonces ministro de Economía y candidato presidencial del oficialismo Sergio Massa, a pocos días de las elecciones fue una acto de demagogia pocas veces visto. Parte central del llamado “plan platita”, la estrategia de campaña del kirchnerismo para mejorar sus chances electorales, agrandó un déficit fiscal récord que, al tener que ser cubierto con emisión, explica en buena medida el actual fogonazo inflacionario.
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Quizás lo más extraño haya sido la disposición del entonces diputado y candidato opositor mejor perfilado Javier Milei a acompañar semejante despropósito. Estaba cantado que la factura de esa fiesta le llegaría a la siguiente administración. Su inflexibilidad ideológica en la cuestión de los impuestos le jugó una mala pasada. Ahora se viralizarán los archivos marcándole esta contradicción.
El regreso de este impuesto, ahora rebautizado a los Ingresos Personales, con un nuevo piso que refleja cabalmente la devaluada realidad socioeconómica argentina modelo 2024 y con una pauta de actualización trimestral por inflación, luce como un paso en la dirección de la racionalidad perdida en la Argentina hace décadas.