Por si fueran necesarias más pruebas de la culpabilidad del régimen ruso en la muerte de Alexei Navalny, a la madre se le negó siquiera contemplar el cadáver de su hijo. Por cierto, tampoco se permitió una autopsia independiente y se anunció que la familia no recibía el cuerpo hasta pasadas dos semanas, un tiempo que posibilitaría a científicos expertos borrar los rastros de la verdadera causa de la muerte de la máxima figura de la disidencia contra el poder de Vladimir Putin.
A renglón seguido, un joven piloto de helicóptero ruso que había huido hacia las posiciones ucranianas para desertar hacia Europa, fue acribillado a balazos en España. ¿Otra vez la casualidad ocasionando muertes que son mensajes del poder de Putin? ¿Esta vez fueron simples maleantes españoles los que mataron a un desertor de la guerra impuesta por el jefe del Kremlin?
No hacían falta estas muertes para ver la firma de Putin en la muerte del líder opositor que reveló las tramas de corrupción del presidente.
Se podía dudar cuando, en los primeros años del siglo en marcha, murió acribillado en una esquina de Moscú Vladimir Golovliov, un diputado liberal que desde su banca en la Duma criticaba a Putin.
Se justifica también alguna duda sobre la autoría del posterior asesinato de Serguei Yushenkov, el dirigente que denunció que los atentados explosivos que causaron miles de muertes y fueron atribuidos al terrorismo separatista caucásico, fueron causados por agentes de inteligencia del gobierno ruso, para justificar la guerra de exterminio que a renglón seguido lanzó sobre Chechenia.
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Pero la muerte de Alexandr Litvinenko, ex agente que denunció tramas de corrupción y huyó a Londres, donde lo mataron inyectándole un agente radioactivo, ya no dejaba margen a la duda porque la propia víctima usó hasta el último hilo de voz para decir, desde su lecho de muerte, que lo habían envenado agentes de Putin.
De ahí en más, dudar ante cada muerte de un desafiante del presidente ruso resultó inadmisible. Politkovskaya, Berezovski, Prigozhin y ahora Navalny son los últimos crímenes del asesino serial que impera sobre Rusia.
Le sumó el asesinato en España del piloto de helicóptero que desertó del ejército ruso en Ucrania. Y la lista sigue a la hora de contabilizar muertes, porque Rusia está ganando terreno ante el ejército ucraniano a fuerza de usar como carne de cañón millares de soldados reclutados por la fuerza y enviados a combatir con poco adiestramiento.
En la batalla con la que el ejército invasor reconquistó Avdivka, los ucranianos se retiraron pero porque no podían contra la superioridad abrumadora en efectivos y en munición. La estadística de la batalla en Avdivka muestra que hubo muchos más soldados y carros blindados rusos perdidos en combate, que muertes y pérdidas materiales ucranianas.
Igual que en Bajmut, Rusia ganó en Avdivka perdiendo muchos más combatientes y material bélico que los derrotados ucranianos, porque Putin paga altísimos precios en sangre rusa para avanzar sobre el territorio del país invadido.