El cortocircuito diplomático que tuvieron Argentina y Colombia por desubicaciones de Gustavo Petro, que fueron respondidas con desubicaciones desmesuradas y brutales de Javier Milei, ahora ocurre en una dimensión mucho más grave y peligrosa con la ruptura de relaciones entre México y Ecuador.
En ese caso, todo comenzó con una injerencia descarada y absurda del presidente mexicano y desembocó en una acción policial violenta y absolutamente violatoria de las normas internacionales por parte del presidente ecuatoriano.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) dijo una barbaridad que equivale a una gravísima acusación contra su colega Daniel Noboa, quien respondió con una acción irresponsable y peligrosa: el asalto policial a la embajada de México en Quito, para capturar al ex vicepresidente correísta Jorge Glas.
El imperdonable exabrupto de AMLO fue señalar la llegada al poder de Noboa como consecuencia del asesinato del candidato Fernando Villavicencio durante la última campaña electoral en Ecuador.
Como uniendo piezas de un rompecabezas delirantes, el presidente de México dijo que Villavicencio acusaba a los gobiernos del ex presidente Rafael Correa de vínculos con las bandas narcos, lo que impactó negativamente en la campaña de Luisa González, la candidata del correísmo. Según AMLO, el magnicidio de ese periodista y político convertido en paladín de la lucha contra el narcotráfico y la corrupción fue lo que dinamitó a Luisa González, permitiendo el triunfo de Daniel Noboa en la elección presidencial para completar el mandato interrumpido de Guillermo Lasso.
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Un razonamiento rebuscado y malicioso, que de hecho insinúa una acusación tan grave como improbable. Pero eso no justifica la violenta invasión armada a la sede diplomática de México. Una violación flagrante y gravísima de la Convención de Viena, la norma acordada en 1961 que establece la inviolabilidad de las embajadas y consulados, como territorios del país al que representa cada legación.
Resulta extraño que un presidente con la formación académica de Noboa haya tomado una decisión tan violentamente violatoria de la normatividad internacional, por tanto, tan potencialmente graves para Ecuador.
La interpretación del gobierno ecuatoriano es que dar cobijo en la embajada a un condenado por la Justicia ecuatoriana, como el ex vicepresidente, es una violación de las leyes locales por parte de México y justifican el asalto a la sede diplomática.
Por cierto, la presencia de Glas en la embajada mexicana era controversial y Ecuador podía reservar el derecho a no conceder un salvoconducto para impedir la salida del país del dirigente correísta, y también reclamar en foros internacionales que México lo entregue a las autoridades ecuatorianas. Pero asaltar la embajada como hizo la policía local por orden de presidente, equivale a una invasión de Ecuador a México.
Una chispa más en un continente empapado de combustible y susceptible de avanzar desde focos ígneos a un incendio generalizado.
Entre esos focos está la región Esequibo, que podría derivar en un choque directo entre Venezuela y la República Cooperativa de Guyana, e indirecto entre las superpotencias que están detrás de ambos países. Las mismas que empiezan a pulsar por quedarse con la ficha argentina en el tablero geopolítico: China y Estados Unidos.