Es una postal extraña, desconcertante. Ver a Tareck el Aissami esposado y custodiado por policías que lo tomaban de los brazos es algo para lo que no están preparados los venezolanos ni quienes desde afuera observan el régimen residual chavista. El hasta hace poco todopoderoso ex hombre fuerte de la estructura de poder que encabeza Nicolás Maduro, llevado a empujones a una celda acusado de corrupción, genera perplejidad, incluso estupefacción.
Por primera vez, el fiscal general Tarek William Saab pudo mostrar un apresado que no es un disidente del régimen imperante. El Aissami es un chavista de la primera hora, que comenzó su acercamiento al movimiento bolivariano a través de Adán Chávez, el hermano del exuberante líder que puso fin al sistema bipartidista y comenzó a vaciar institucionalmente a la democracia venezolana.
Este abogado y criminólogo egresado en la Universidad de Los Andes, ocupó los más altos cargos con excepción de la presidencia. Pero los puestos de mayor poder estratégico por los que pasó, mostrando su carácter de hombre fuerte del régimen, son la vicepresidencia del país y el Ministerio del Petróleo. En ese cargo estaba cuando, en marzo del año pasado, fue acusado de desfalcar PDVSA, el corazón del funcionamiento económico de Venezuela.
Por esa acusación renunció y se perdió de vista, hasta que ahora reapareció, esposado y flanqueado por los policías que lo encerraron en una celda. Lo acusan de ser parte de un sistema de corrupción, junto con el ex ministro de Economía Simón Zerpa y el empresario Samark López, miembro de la llamada “boliburguesía” (millonarios que amasaron sus fortunas a la sombra del poder), que desfalcó a PDVSA y le costó al estado unos 23 mil millones de dólares.
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La cantidad robada es demasiado alta como para que no hayan sonado alarmas antes del año pasado, que fue cuando se desató esa olla y El Aissami renunció a su cargo, abandonando la centralidad que había tenido siempre en el escenario político. Su peso político dentro del régimen fue tan grande como su exposición en las cumbres del poder desde los tiempos de Hugo Chávez. Por eso su ausencia se notó durante el año que transcurrió hasta su resonante detención.
Está claro que Tareck el Aissami no es el único corrupto. La nomenclatura chavista se financia con la explotación ilegal del arco minero en la cuenca del Orinoco, llevada a cabo presuntamente por mafias de China, Turquía, Rusia, Irán y el grupo iraní Hezbollá. Fue Hugo Chávez quien comenzó a usar PDVS y el petróleo venezolano para comprar apoyo entre los gobiernos latinoamericanos y construir liderazgo a nivel regional. El régimen entero es un aparato de corrupción. Entonces ¿qué significa la aparatosa detención del ex vicepresidente chavista? ¿es verdaderamente el primer paso para depurar un régimen carcomido de corrupción? ¿o se trata de una purga tras enfrentamientos de facciones en el interior del aparato de poder chavista?
Posiblemente, El Aissami pretendía más que enriquecerse hasta el hartazgo robando en PDVSA. Es probable que entrara en tensión con Maduro o con Diosdado Cabello por aspirar a encabezar el régimen. De ser así, el ministro caído y apresado sería, obviamente, quien perdió la guerra interna.
En síntesis, Tareck el Aissami no fue apresado por corrupto, sino porque o bien robó más de la cuenta, quedándose con lo que correspondía a las cabezas del régimen, o bien estaba disputando poder a la facción dominante, y perdió la pulseada.
También es posible que la decisión de apresarlo no haya sido parte de la victoria de Maduro y Cabello sobre Tareck el Aissami. Quizá el año transcurrido entre la renuncia y el apresamiento prueba que, inicialmente, los vencedores de la puja de facciones se conformaban con sacar al derrotado de la cumbre del poder; dejarlo afuera. Y si ahora lo detuvieron y lo mostraron encadenado es porque vieron la oportunidad de utilizar al vencido Tareck el Aissami y sus dos cómplices, para equilibrar con tantas detenciones y encarcelamientos de disidentes que participaban activamente en la campaña electoral de María Corina Machado, quien según las encuestas, de lograr la candidatura, vencería al régimen en las urnas.
Exhibir a Tareck el Aissami esposado genera la falsa sensación de que Maduro y su nomenclatura chavista están verdaderamente luchando contra la corrupción, sin distinciones políticas ni favoritismos. Una más de sus patrañas.