No va a lograr la incorporación de Palestina como miembro de la ONU porque Estados Unidos lo vetará en el Consejo de Seguridad, pero la votación en la Asamblea General fue una señal más de el aislamiento y la debilidad política que el gobierno extremista de Benjamín Netanyahu está causando a Israel.
Que 143 países hayan votado una opción que implica una derrota para el gobierno israelí y sólo nueve lo hayan apoyado votando contra esa moción, constituye un contundente mensaje. Más aún si se tiene en cuenta que el voto norteamericano no muestra respaldo al gobierno de Netanyahu, sino que es la continuidad de una política de Estado: Washington apoya la existencia de un Estado palestino junto al Estado judío, pero lo aprobará sólo si surge de un acuerdo negociado con Israel.
Por el contrario, la actual relación entre la Casa Blanca y un gobierno israelí pasa por uno de los peores momentos de su historia, y el responsable es el líder del Likud que gobierna junto a partidos ultra-religiosos.
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Que Washington haya congelado la venta de armamentos a Israel en medio de un conflicto armado, no tiene precedentes. El primer ministro israelí ha tenido duros enfrentamientos con gobernantes norteamericanas.
Con Obama fue uno de los más fuertes. Lo había provocado el acuerdo con Irán para poner bajo control del mundo su desarrollo nuclear. Pero un enfrentamiento como el de Biden con Netanyahu tiene pocos antecedentes.
Hay que remontarse a 1956 para encontrar un choque similar entre Washington y Tel Aviv. En aquella crisis, el presidente norteamericano Ike Eisenhower obligó a David Ben Gurión a sacar el ejército israelí de Egipto, donde había incursionado, conjuntamente con los ejércitos de Francia y Gran Bretaña, para ocupar el Canal de Suez y derribar a Gamal Nasser, el líder egipcio que lo había nacionalizado.
Con la Confrontación Este-Oeste recién iniciada, Eisenhower entendió que las potencias occidentales y sus aliados no podían iniciar guerras sin la aprobación de Washington y tomó una decisión que ofendió particularmente a los gobiernos de De Gaulle y Ben Gurión.
En 1973, sobre el final de la Guerra del Yom Kippur, se vivió otro pico de tensión cuando Richard Nixon presionó a Golda Meir para que detenga la marcha del general Sharon hacia El Cairo. Pero fue menos grave que el actual.
Pudo haber otro choque fuerte. Si todavía hubiera sido presidente Jimmy Carter cuando el ejército israelí invadió el Líbano en 1982 y permitió a las milicias de las falanges cristianas cometer masacres en los campos de refugiados palestinos en Beirut, la relación de Washington con Tel Aviv habría atravesado una gran crisis. Pero en el Despacho Oval ya estaba Ronald Reagan, quien prefirió mirar para otro lado.
¿Por qué Biden llevó a una medida tan dura sus desacuerdos con Netanyahu? Por un lado, porque ve mejor que el primer ministro israelí como está afectando negativamente a Estados Unidos y el peligroso aislamiento en el que sumergió a Israel la operación militar en la Franja de Gaza, tal como la está conduciendo Netanyahu. Y por otro lado, por temer que Gaza tenga sobre la Convención Demócrata que se realizará en agosto en Chicago el mismo efecto divisivo y debilitador que tuvo Vietnam en la convención demócrata de 1968, que sentenció la derrota de Hubert Humphrey ante el republicano Richard Nixon.
Aquel fatídico año, los demócratas perdieron al candidato natural que tenían, cuando en junio fue asesinado en Los Ángeles Robert “Boby” Kennedy. Sólo el hermano menor de JFK podría haber salvado al partido de los progresistas norteamericanos de las divisiones que le provocaba la guerra de Vietnam. Con Boby muerto, la candidatura de Hubert Humphrey nació débil en la convulsionada Convención de 1968, y en la elección se terminó imponiendo Nixon.
Ante el visible impacto en el mundo de la guerra en Gaza, Biden aplica una presión inédita sobre Netanyahu que incluye suspender el envío de armas y poner en duda la legalidad internacional de la operación militar, porque las protestas pro-palestinas en universidades norteamericanas y la ebullición en las bases del Partido Demócrata le anuncian más aislamiento a Israel y más chance de victoria de Donald Trump. Si en noviembre vence Trump, la OTAN queda en peligro de extinción y Europa más debilitada ante una Rusia agresivamente expansionista.
Para Biden, es demasiado lo que está en juego como para permitir alegremente que Netanyahu profundice la deriva de la guerra con la que espera mantenerse en el poder.