Llegaron todos con sus debilidades a cuesta a celebrar el 25 de Mayo a un Cabildo que en aquel 1810 se discutía fuerte cómo oponerse a la Primera Junta que deponía al virrey.
Javier Milei debió reducir su Pacto de Mayo, un acuerdo de gobernabilidad a largo plazo, a un acto con los suyos, en la provincia que más votos obtuvo, con el único acompañamiento institucional del anfitrión, el gobernador Martín Llaryora, y no los mandatarios provinciales y los expresidentes, como alguna vez había imaginado.
Pero Milei mostró cintura política para mantener esa centralidad política que tiene desde que fue el más votado en las Primarias de agosto pasado y se llevó un par de gestos de sus partidarios de alto valor simbólico.
Estaba más que claro que conseguiría aplausos y ovaciones. Lo que no estaba en los papeles fueron los abucheos para algunos y los vítores para otro.
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No hay antecedentes en la historia argentina de que los asistentes a un acto aclamen a un ministro de Economía. Milei se rió y dijo que Luis “Toto” Caputo se había convertido en un rockstar. Quedará para el debate si hay razones o no para andar aplaudiendo al funcionario encargado de los números en Argentina.
Los anfitriones, Llaryora y el intendente capitalino Daniel Passerini, fueron silbados y reprobados de manera nítida por la concurrencia.
Más allá de que los asistentes estaban casi todos identificados con las posiciones libertarias, esos abucheos en su propia casa le marcan a los principales gobernantes del peronismo cordobés que siguen identificados como casta, que la larga permanencia en el poder sigue pasando facturas y que no logran tener sintonía con cierto clima de época del país.
El gobernador tenía sobradas razones para estar preocupado por esta reconversión del acto patrio de Milei. Tuvo inconvenientes con el operativo de seguridad, lo dejaron sentado a un costado y se tuvo que comer los abucheos.
“Que pase rápido”, le dijo el viernes a un par de sus ministros. Razones para el augurio sobraban.
Acuerdista
Milei se fue de Córdoba con una nueva propuesta de acuerdo y un discurso más conciliador que aquel del 1° de marzo en el Congreso y mucho más que el de sus habituales alocuciones.
La necesidad de la acotada ley de Bases está expresada no sólo en términos de aplicar un plan de gestión sino también en lo gestual para calmar a determinados actores siempre temerosos por las condiciones de gobernabilidad. La semana que pasó fue un ejemplo de esas inquietudes.
Por eso, vino a Córdoba el Milei acuerdista conciliador, que insiste en el pacto amplio, que lo quiere institucionalizar con leyes en el Congreso.
Mucho más que en el Luna Park, el acto de la Plaza San Martín le ratificó al presidente esa posición de actor principal en la escena política. Eso no significa que le alcance para resolver las urgencias, las carencias y los problemas acuciantes que atraviesa el país.