Es cierto lo que denunció Xóchitl Gálvez, la candidata derrotada en las urnas de México. Claramente, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) puso el aparato del Estado a favor de la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum. Pero que la mujer que quedó en segundo lugar, treinta puntos por debajo de la ganadora, primero reconociera la victoria de su rival y horas más tarde saliera a decir que impugnará la elección porque no se dieron las condiciones para una competencia limpia, no tiene mucho sentido.
Los crímenes cometidos por las mafias contra decenas de candidatos, así como los manejos del presidente a favor de la candidata de su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), fueron evidentes durante toda la campaña. Era entonces cuando debieron ser denunciados como mecanismo fraudulento. Plantearlo cuando lo hizo Gálvez carece de sentido.
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Lo importante de las horas posteriores a la publicación del resultado fueron las primeras expresiones de la presidenta electa. Sus primerísimos anuncios parecen mostrar su intención de diferenciarse de su mentor político.
Las dos grandes incógnitas de lo que viene en México son: Si además de la presidencia, Sheinbaum tendrá el poder, o al poder lo retendrá el presidente saliente y artífice de la victoria oficialista, y si el nuevo gobierno será más izquierdista o más moderado que el actual.
Ambas incógnitas parecen debelarse demasiado temprano y no precisamente en el sentido que preferiría el presidente saliente.
Los primeros compromisos que asumió la presidenta electa son con la disciplina financiera y el equilibrio fiscal, además de anunciar que no creará nuevos impuestos ni subirá los existentes a los grandes empresarios para cerrar el déficit que dejará el gobierno de AMLO.
Por cierto, se comprometió a mantener los programas sociales del gobierno actual. Pero implementará programas que AMLO no quiso implementar, como el que apunta a una fuerte apuesta a las energías renovables. López Obrador tampoco impulsó el derecho al aborto, iniciativa que Claudia Sheinbaum anunció en su primera aparición como presidenta electa.
Quizá tampoco fue del agrado del presidente saliente el compromiso de su sucesora a fortalecer la relación entre México y Estados Unidos. Otra iniciativa que parece demostrar que la nueva líder mexicana tiene una agenda propia que no tiene pensado resignar.
De momento, esa agenda no parece de izquierda, lo que algunos esperaban debido a que Claudia Sheibaum creció en una familia con militancia marxista.
Sin dudas, el gran ganador es Andrés Manuel López Obrador. Después de haber perdido dos elecciones presidenciales, primero con Felipe Calderón y luego con Enrique Peña Nieto, venció por primera vez a la partidocracia mexicana en las elecciones del 2018, convirtiéndose en presidente, y ahora la derrotó por segunda vez, convirtiendo en presidenta a una científica judía sin carisma ni discurso altisonante.
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La gran pregunta es si AMLO le entregará a Claudia Sheinbaum el poder, junto con la presidencia, o intentará gobernar desde las sombras. La duda surge del carácter fuertemente personalista de su liderazgo. Aunque un hecho da crédito a su afirmación de que se retirará totalmente del poder: cuando se convirtió en presidente, muchos temieron que AMLO intentaría una reforma constitucional para poder ser reelegido. Y no lo hizo.
Su gobierno no cambió radicalmente nada, ni en la política ni en la economía mexicana. Sin embargo, dejará el poder en un escenario totalmente novedoso.
Pareciera el cambio histórico más importante que haya ocurrido en México. Que una mujer llegue a la presidencia parecía imposible. Y que esa mujer sea judía, también resultaba impensable en un país marcado por el catolicismo desde su impulsor, el sacerdote y militar Miguel Hidalgo de Costilla. Por cierto, la “guerra de los cristeros” marcó en 1926 la separación de la iglesia y el Estado, pero la sociedad siente una especial devoción por la Virgen de Guadalupe. Por eso incluso es una novedad que la próxima presidenta sea askenazí por parte de padre y sefaradí por su familia materna. Otra novedad es que provenga del mundo de la ciencia. Claudia Sheinbaum es científica e hija de científicos.
En esa última novedad podría estar la mayor novedad del gobierno que encabezará la presidenta electa. Su forma de observar la realidad y su método para entender la dinámica económica, política y social es distinta a la de todos sus antecesores en el cargo.
Pero de momento la pregunta es si AMLO le entregará el poder, además de la presidencia, o si, como dueño absoluto del partido y de la designación de su candidata, lo que lo llevó incluso a distanciarse de su entonces canciller, Marcelo Erbard, quién quería ser el candidato de MORENA, intentará retener al poder y que su sucesora gobierne bajo su sombra.
La última vez que ocurrió eso en México fue hace un siglo, cuando el cofundador del PRI, Plutarco Elías Calles, logró en los inicios de la era priista que sus dos siguientes sucesores en la presidencia siguieran su dictat.
¿Intentará mismo López Obrador? ¿Se lo permitirá la mujer que él llevó a la presidencia?