Los temas más urgentes que abordó la cumbre del Grupo de los Siete (G-7) fueron las guerras en Ucrania y la Franja de Gaza, obviamente por las muertes y la destrucción que ambos conflictos están causando y los peligros de expansión que implican. No obstante, la cuestión más trascendente que se trató en el encuentro cimero de realizado en Italia es la Inteligencia Artificial (IA).
Por cierto, si la especie humana se extingue en un holocausto nuclear o por los cambios en la biósfera que produce el cambio climático, no tendrá sentido la IA. Pero si el mundo puede evitar ambos apocalipsis, el gran desafío es que la IA pueda servir a la humanidad y no colocarla ante gravísimos peligros. Por eso es que en el abordaje de este tema, el presidente argentino aportó una mirada sobre lo que resulta evidente: la importancia de la IA en el presente y sobre todo el futuro de las economías y sociedades. Pero a la mirada más profunda, esa que alcanza las encrucijadas humanas, la aportó el Papa Francisco.
Se puede no estar de acuerdo o estar total o parcialmente, pero resulta claro que el “Llamamiento de Roma por la Ética de la Inteligencia Artificial” que hizo el líder católico, apunta a una dimensión mayor en la cual se definirá la utilidad para mejorar la vida o la capacidad de degradarla que tendrá el nuevo salto que está dando la revolución tecnológica.
El discurso de Milei ofreciendo a la Argentina como polo de desarrollo de la IA puede ser de gran utilidad para el país. Mientras que el mensaje papal en forma de “tratado moral sobre la revolución cognitivo-industrial” es indudablemente útil para concientizar sobre los imprescindibles debates que impone al mundo este instrumento que, de manera inexorable, modificará no sólo la producción y las economías sino también la convivencia y la coexistencia entre las personas y entre los grupos sociales.
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En cuanto a los temas urgentes que abordó el G-7, el pronunciamiento más categórico fue el referido a la guerra en Ucrania. Anunciar oficialmente la acordada utilización de los activos congelados de Rusia en las potencias occidentales para financiar la lucha de los ucranianos contra el ejército invasor constituye a la vez un mensaje contundente y una advertencia de mayor alcance al régimen de Vladimir Putin.
El mensaje es que Ucrania dispondrá de 50 mil millones de dólares para luchar contra los designios del Kremlin para su territorio, que saldrán de los intereses producidos por esos activos rusos. O sea, van a reforzar las capacidades militares de quienes están combatiendo contra el ejército ruso y se lo harán pagar a la propia Rusia. Un mensaje que lleva implícita una advertencia: ahora usarán los intereses de los activos congelados en las potencias occidentales, pero si la guerra continúa pueden utilizar la totalidad de los U$S 325 mil millones de Rusia que tienen al alcance de sus manos.
A eso, el G-7 sumó una advertencia a China también vinculada al conflicto ruso-ucraniano: debe dejar de brindar ayuda económica y financiera a Vladimir Putin.
Mucho menos claro y categórico fue el pronunciamiento sobre el conflicto en Gaza. Se apoyó la iniciativa del gobierno de Estados Unidos para lograr una tregua con vistas a una paz definitiva, pero sin resolver la cuadratura de círculo que hasta ahora impidió que Netanyahu y Hamas la acepten: qué pasará con la organización ultra-islamista que impera en la Franja y que, con su sanguinario pogromo del pasado 7 de octubre, detonó este conflicto catastrófico en el que Israel cometió crímenes de guerra contra la población civil a la que Hamás usa como carne de cañón para estigmatizar a los israelíes.
Sí hubo claridad en el mensaje al régimen de Nicolás Maduro: no alcanza con que realice elecciones en julio. Para que tengan sentido, los comicios tienen que ser absolutamente limpios y sus resultados totalmente verificables, lo cual es difícil que ocurra si el calamitoso régimen que impera en Venezuela corre riesgo de perder el poder. Y hasta ahora, las encuestas dicen que el riesgo es inmenso.