La victoria arrasadora del laborismo en el Reino Unido es una señal de que en la política europea no hay mano única. En Francia podría llegar por primera vez al cargo de primer ministro un ultraderechista, pero a la sensación de que Europa está marchando en la dirección del extremo conservadurismo, aparece refutada en las urnas británicas, que dieron un giro copernicano hacia la izquierda.
En rigor, el giro fue hacia la centroizquierda, porque el Partido Laborista volvió a la senda de la Tercera Vía inaugurada por Anthony Blair en 1997 y consolidada en la primera década del siglo 21.
El liderazgo de izquierda dura, ideológica, que ejerció hasta hace poco Jeremy Corbyn había debilitado al Partido Laborista. Pero ni bien Keir Starmer tomó la conducción, puso la proa hacia el centro.
El éxito de este abogado especializado en Derechos Humanos que, a pesar de su juventud antimonárquica, diseñó reformas judiciales por las que recibió el título de Sir que le concedió Isabel II, lo hará recibir ahora de manos de Carlos III el encargo de conducir el gobierno del Reino Unido de la Gran Bretaña.
Concluye así una era conservadora que duró catorce años y, a diferencia de la que protagonizó Margaret Thatcher y prolongó John Major, políticamente lineal y vigorosa, ha sido una deriva sacudida por tormentas políticas y económicas que mantuvo a los gobiernos del partido Tory siempre cerca del naufragio.
Tras los tres últimos años de la era laborista que inició Blair y concluyó el también escocés Gordon Brown, empezó la travesía conservadora con David Cameron, un primer ministro que se oponía al reclamo de abandonar la Unión Europea (UE) que había iniciado Nigel Farage, por entonces líder del ultraderechista Partido Independiente del Reino Unido, y a esa altura había hecho metástasis en el Partido Conservador.
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Para acabar con la presión de ala pro-Brexit del oficialismo, Cameron convocó a un referéndum, convencido de que ganaría la opción “remain” (permanecer). Pero ganó el Brexit y Cameron dejó el cargo a una brexister moderada, Theresa May.
La primera ministra intentó el soft-Brexit para implementar una salida suave y minuciosamente negociada con Bruselas. Pero el ala dura del conservadurismo, alentada por Donald Trump a abandonar la UE velozmente, empezó a dificultarle la gobernanza a May hasta que la tumbó.
El nuevo primer ministro, Boris Johnson, proponía el hard-brexit (Brexit duro) y sacó al Reino Unido de la UE con un brusco tirón. Todavía había una esperanza mayoritaria en que, aislado de la economía comunitaria, Gran Bretaña tendría un despegue inmediato formidable y los ingresos subirían significativamente.
No fue así. Lo que hubo fueron los escándalos causados por el extravagante primer ministro, al hacer fiestas en el 10 de Downing Street violando la cuarentena impuesta a la sociedad por el Covid.
Johnson cayó y se formó el primer gobierno libertario que hubo en el mundo.
A pesar de sus padres izquierdistas y de haber pertenecido al centrista Partido Liberal Demócrata, Liz Truss se había ido radicalizando hasta acabar representando el extremo ultraconservador y económicamente inspirado en la Escuela Austriaca del partido de los tories.
El plan económico de perfil libertario que intentó poner en práctica hizo que los conservadores, al ver los efectos que tendrían esas medidas radicales, la sacaran del cargo 44 días después de haber asumido.
Llegó entonces a Downing Street Rishi Sunak. El primer gobernante británico de religión hindú y familia procedente de la India intentó articular la moderación con las políticas de ajustes duros iniciados por Cameron y su chancellor of the Exchequer (equivalente a ministro de economía y finanzas), George Osborne. Pero era demasiado tarde para evitar el naufragio. El Brexit no tuvo el efecto que anunciaban los brexister, los impuestos llegaban a niveles record y la economía cayó en lo que The Economist calificó como “el peor estancamiento en 200 años”.
A la hora de votar muchos conservadores recalcitrantes prefirieron la boleta del extremista Partido Reformista de Farage, mientras que los conservadores moderados emigraron a la boleta del centrista Partido Liberal Demócrata o, en un salto más largo aún, votaron por el resucitado Partido Laborista.
La consecuencia es la mayor derrota electoral de los tories en muchas décadas y una vuelta de página que lleva al Reino Unido a la centroizquierda, a contramano de la dirección que podría tomar Francia este domingo, si los llamados de Kylian Mbappe, de Emmanuel Macron y de tantos otros, no logran frenar la ola ultraderechista.