En un instante, la campaña electoral cambió de manera absoluta. Paradójicamente, el disparo que rozó la oreja derecha de Donald Trump, hirió de muerte la candidatura de Joe Biden.
La última imagen del presidente demócrata es confundiendo nombres en la conferencia de la OTAN, mientras que la última imagen registrada del magnate neoyorquino lo muestra erguido y levantando el puño, con hilos de sangre en la mejilla y el cuello.
La lectura rápida de estas imágenes muestra un anciano que no logra ocultar señales de senilidad, y otro hombre que protagoniza una postal de la víctima que muestra coraje instantes después de haber sido tiroteado por un francotirador.
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Cada dos por tres, para mostrarse juvenil, Biden emprende trotecitos que, por el contrario, lo muestran senil. En cambio al candidato republicano, el hombre que lo quiso matar terminó regalándole la mejor foto de campaña. Esa que lo muestra irguiéndose triunfal contra la muerte y levantando el puño desafiante, con la bandera norteamericana como telón de fondo.
Salvo que las investigaciones descubran que el fallido magnicida era un ultraderechista desquiciado, como John Kinkley, el admirador de Hitler que en 1981 disparó contra Ronald Reagan, el disparo que hirió levísimamente al candidato republicano, habrá sido el tiro de gracia sobre la pretensión de Biden de seguir en la Casa Blanca.
Si el fallido magnicida ultimado después de disparar su arma no es un desquiciado ultraderechista, la otra consecuencia de lo acontecido en Pensilvania será a nivel global: los ultraconservadores del mundo dirán que Dios salvó al hombre predestinado a liderar la derecha global, y apuntarán su dedo acusador contra todo lo que se extiende desde el centroderecha hasta la izquierda.
El extremismo enardecido de este tiempo, entrará en trance inquisidor y saldrá a encender hogueras contra los demoliberales de centro, de centro izquierda y de izquierda.
En síntesis, un acontecimiento espantoso, inmensamente peligroso y colmado de paradojas. La principal, es que el más beneficiado es quien estaba en la mira del francotirad