Ahora es Ucrania la que ataca a Rusia. Las tropas que ingresaron a la región rusa de Kursk mantienen casi mil quinientos kilómetros cuadrados bajo control y en las últimas horas una tormenta de drones se abatió sobre ciudades rusas, incluida la mismísima Moscú.
En el 2023, la capital de Rusia fue atacada con drones. Uno se dirigió al distrito financiero y otro fue interceptado poco antes de impactar sobre el Kremlin. La diferencia está en la cantidad de drones y la diversidad de blancos. La ofensiva aérea de estos días ha sido la más fuerte desde el inicio de la guerra. Y esa intensidad, sumada a la ocupación ucraniana de más de noventa localidades en la región de Kursk, prueba que el generalato y el gobierno de Ucrania se han replanteado el conflicto y están desconcertando a Rusia al cambiarle el escenario de la guerra.
Ese replanteo implica tomar riesgos. El primero es tocar una de las líneas rojas trazadas por el Kremlin y repetida hasta el cansancio por el número dos del Consejo de Seguridad, Dmitri Medvedev: ¿cumplirá Moscú con su amenaza de usar armas nucleares?
El ingreso de tropas ucranianas a Rusia generó una ola de alegría triunfalista que llegó hasta Kiev, donde se acumulaban las frustraciones por los meses que el ejército ruso lleva avanzando, de manera lenta pero sostenida, en el Este de Ucrania.
Hacía falta una bocanada de optimismo para compensar tanta impotencia frente a la superioridad en tropas y en armamentos que tienen los invasores rusos. De repente, después de tanto retroceder, la noticia del ejército ucraniano es que ha invadido a Rusia.
Un baldazo de agua helada en el Kremlin. Ahora es el ejército ruso el que debe recuperar territorio perdido a manos de una fuerza de ocupación extranjera. Una jugada maestra porque le hace ver a Moscú que Ucrania todavía puede tomarlo por sorpresa, como cuando interminables columnas de blindados rusos entraron desde Bielorrusia y avanzaron hacia la capital, encontrando allí una resistencia inesperada del ejército local que obligó a Moscú a reformular toda su estrategia; o cuando obligó al ejército ruso a las fuerzas del Grupo Wagner a invertir muchas más vidas y municiones que las que había calculado para conquistar Mariúpol y Bajmut.
Pero la bocanada de optimismo no debe subestimar las dudas que plantea la incursión en Kursk. La operación logró mostrar que Rusia no puede proteger sus fronteras más sensibles donde hay vastas regiones desguarnecidas. Pero eso no implica necesariamente que no pueda recuperar el territorio invadido.
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Seguramente, los militares ucranianos no cometerán el error triunfalista que cometieron los militares argentinos que invadieron Malvinas y confundieron lo fácil que fue desembarcar y ocupar las islas, con lo que implica retenerlas frente a la ofensiva británica para recuperar el archipiélago.
Cuando esa ofensiva llegó, el ejército que había enviado el dictador Leopoldo Galtieri no pudo resistir más que un puñado de días, a pesar del heroísmo de miles de soldados y de los pilotos.
El otro riesgo de enviar tropas a territorio ruso es que debilita la resistencia ucrania contra el constante avance ruso en el Donbas y en dirección a Jarkov. Habrán avaluado Volodimir Zelenski y su generalato la necesidad de no cometer el error de Napoleón que implicó la derrota en la batalla de Waterloo.
Fue un error táctico y estratégico la orden dada al Marqués de Grouchy para que vaya con sus tropas a cortar el paso al ejército prusiano que comandaba el mariscal Von Blücher, de modo que las tropas de Prusia no llegaran a unirse con las fuerzas de Wellington en el Monte Saint-Jean.
Los prusianos llegaron a tiempo, mientras Grouchy los perseguía inútilmente lejos del escenario de la gran batalla en la que el ejército napoleónico fue derrotado y el emperador perdió, definitivamente, su imperio.
El riesgo de los ucranianos es que, con tropas dentro de Rusia, los generales de Vladimir Putin decidan que es más útil seguir avanzando hacia Jarkov hasta ocupar esa ciudad, que es la segunda más grande de Ucrania, y posiblemente quedó más desguarnecida por la incursión en Kursk.
Una vez conquistado el Este de Ucrania, en caso de que lo logren, las fuerzas rusas podrían cortar la retirada a las fuerzas que entraron a Rusia y las ataquen desde el Este y el Oeste.
Es posible que el cálculo de Zelenski sea sentarse cuanto antes en una mesa de negociación teniendo los territorios que ocupa en Kursk para canjear a Rusia por territorio ucraniano bajo ocupación. Una hipótesis que está relacionada a la posibilidad de que Trump triunfe en noviembre, regrese a la Casa Blanca y le quite de inmediato todo el apoyo a Kiev, volcando la guerra en favor de su admirado Putin.
También es posible que Zelenski tenga un plan B, por si gana Kamala Harris y mantiene el apoyo económico y armamentístico a los ucranianos.
En ese caso, a pesar de su inferioridad en el número de tropas, la decisión de Kiev sería seguir combatiendo con el objetivo de sacar a los rusos de Donest, de Lugansk y de la Península de Crimea.
Aunque a esta altura del conflicto, ese objetivo parece un sueño inalcanzable.