El apoyo entusiasta de Tylor Swift fue la coronación de Kamala Harris como vencedora en debate presidencial con Donald Trump. Sin embargo, más que una victoria de la candidata demócrata, fue una debacle del magnate neoyorquino. Sucede que, así como Trump no derrotó a Joe Biden en el debate que marcó el abandono de la carrera electoral por parte del presidente demócrata, sino que lo ocurrido fue el naufragio de Biden en sus propias lagunas mentales y señales de senilidad anticipada, en este debate más que haber ganado Harris, lo que presenció Estados Unidos fue el naufragio del ex presidente republicano en sus desmesura y falacias.
Por sus propias limitaciones intelectuales, Trump dejó en evidencia su incapacidad para ir más allá de su ego, porque sus pensamientos y su discurso giran sobre sí mismos y no sobre la sociedad a la que pretende gobernar nuevamente.
Pero la mediocridad de Trump no le resta valor al desempeño de Kamala Harris. Ella logró resaltar la gravedad de que vuelva a la Casa Blanca un convicto por múltiples delitos empresariales y sexuales, que además intentó destruir un proceso electoral y alentó el asalto de una multitud violenta al Capitolio, en el dramático suceso que dejó cinco muertos y una mancha en la democracia norteamericana.
Dejó también a la vista la naturalidad con que Trump dispara constantemente mentiras y desvaríos. No es poco, pero la vicepresidenta perdió también posibilidades de ser contundente en señalar falencias del ex presidente en varios puntos, como la cuestión Ucrania y Vladimir Putin.
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La diferencia entre la actitud favorable a Rusia de Trump y el error de Arthur Neville Chamberlain que favoreció a la Alemania nazi, es que el magnate neoyorquino admira a Putin, coincide con su recalcitrante conservadurismo cultural y lo prefiere como líder de Europa en lugar del centroderecha y centroizquierda de Alemania y de Emmanuel Macron, el presidente liberal de Francia.
Trump está convencido de que Ucrania debe ser sacrificada en el altar del expansionismo ruso y de que él podrá entenderse con el jefe del Kremlin para que no invada ningún otro país europeo. En cambio Chamberlain detestaba a Hitler y consideraba al nazismo una abominación ideológica. Su error fue creer que el führer se conformaría con la región checoslovaca de población germánica. Ni bien anunció en Londres que había conseguido la paz, la maquinaria bélica alemana avanzó sobre Polonia, aplicó el “Anschluss” para anexar Austria y fue después por el resto de Europa.
Todos los miembros de la OTAN, con la excepción de Viktor Orban, el ultraconservador pro-Putin que lidera Hungría, coinciden en que Rusia está en manos de un criminal con delirios imperiales que, de lograr aunque sea parte de sus objetivos en Ucrania, avanzará luego hacia Moldavia y después hacia Lituania y los otros países bálticos.
Lo que le faltó a Kamala Harris no es poco. En lo referido a Ucrania y Putin, la candidata demócrata debió equiparar a Trump con Chamberlain y Daladier, los gobernantes británico y francés que en 1938 firmaron el Acuerdo de Múnich que le concedió al III Reich la región los Sudetes, con la ingenua y negligente convicción de que Hitler detendría allí su expansionismo territorial.
El ejemplo histórico de la aquella fallida concesión al líder nazi resulta contundente para poner en evidencia la funcionalidad de Trump con el presidente de Rusia y sus planes de expansionismo bélico. Putin, además, cuenta con instrumentos secretos para tener bajo control al líder conservador norteamericano. Por eso lo ayudó antes a vencer a Hillary Clinton, volvió a ayudarlo (pero sin éxito) cuando enfrentó a Biden, y lo ayuda nuevamente ahora para que regrese a la Casa Blanca. Eso prueban las investigaciones que realizó el ex espía británico que fue agente del MI-6 Christopher Steele.
A Harris también le faltó explicar qué planes globales tiene para el cambio climático, ya que se trata de una amenaza que sólo puede combatirse a escala global.
Trump no la superó en ese terreno porque, siendo un “negacionista”, se exhibe a sí mismo como una obstrucción a la lucha contra el calentamiento que va a transformar la biósfera haciéndola inviable para la vida humana.
El magnate neoyorquino también evidenció sus posiciones extremistas desde el inicio del debate, cuando llamó “marxista” a su adversaria. Sus desmesuras y desvaríos se volvieron caricaturescos al describir a la inmigración como una ola de “millones que vienen de cárceles, de instituciones psiquiátricas y de manicomios”, añadiendo que “en Springfield se están comiendo los gatos, se están comiendo los perros, se están comiendo nuestras mascotas”.
La regla de los micrófonos cerrados para que sólo pueda hablar uno por vez favoreció a Harris porque, sin exagerar con las muecas, gesticuló subrayando cada falacia desopilante de Trump, cuyas mentiras flagrantes fueron también cuestionadas por los mediadores del debate. Los moderadores lo cruzaron cada vez que lanzó bulos como que Tim Walz, el candidato demócrata a la vicepresidencia, propone “ejecutar bebés recién nacidos y hacer abortos hasta en el noveno mes de embarazo”.
La actual vicepresidenta falló en reconocer errores, tal como le había recomendado el lúcido Thomas Friedman. Por caso en su desvalida gestión sobre la presión inmigratoria en la frontera con México y en sus abruptos cambios de posiciones, como en lo referido al fracking en la extracción de hidrocarburos. O admitiendo que la retirada de Afganistán, acordada por Trump en sus desastrosas negociaciones con los talibanes en Qatar, fue ejecutada de manera calamitosa por la administración Biden, entregando la población de Kabul al lunático oscurantismo pashtún y dejando postales vergonzosas para la historia de los Estados Unidos.
De no ser porque Trump derrapó también con la delirante afirmación de que Estados Unidos será una “Venezuela con esteroides”, la candidata demócrata habría dejado más expuesta su falta de contundencia frente el fraude grotesco en Venezuela, donde el régimen tiene como pulmotor el petróleo que le compra Estados Unidos para premiar la negociación en Barbados que Maduro traicionó.
De todos modos, todo lo que Harris no explicó quedó tapado por las mentiras de Trump.