Finalmente, el ataque iraní contra Israel fue más negativo para el régimen de los ayatolas que para el país atacado. Dos terroristas, uno con un rifle de asalto y el otro con un cuchillo, mataron a siete israelíes disparándoles a quemarropa y apuñalándolos, dejando varios heridos de gravedad, mientras que la lluvia de misiles iraníes no mató a ningún israelí, causando sólo una muerte, la de un palestino en Cisjordania, y dejando herida a una niña beduina.
Esto es, en sí mismo, una señal de fracaso de la potencia atacante, mientras que el Estado atacado volvió a mostrar la eficacia de su sistema de defensa antiaérea conocida como Cúpula de Hierro, y a exhibir la cantidad de refugios antiaéreos de los que disponen sus ciudadanos y la potencia de su sistema de alarma, que incluye avisos a los teléfonos celulares de cada uno de los habitantes de Israel.
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Como para dejar en claro el poco impacto disuasivo que tuvo el segundo bombardeo masivo de Irán, los israelíes lanzaron nuevos ataques contra Hezbollah en territorio libanés.
El primer ataque iraní, realizado en abril como respuesta a los ataques israelíes que mataron a un alto mando de la Fuerza Quds en el consulado iraní en Damasco, implicó el lanzamiento de muchos más proyectiles que el ataque de este martes. Pero muchos de esos proyectiles fueron drones, mientras que en esta ocasión todos los artefactos fueron poderosos misiles, precedidos por cohetes rastreadores que abren el paso a los que buscan alcanzar el suelo israelí.
Cierto es que el martes fueron más los misiles que alcanzaron el territorio provocando grandes explosiones, pero los daños causados no fueron equivalentes a la dimensión del masivo bombardeo.
La venganza del régimen de los ayatolas por los ataques israelíes que mataron a líderes de Hezbollah y de Hamas, dejó un saldo favorable al país atacado también por otra razón: el mundo pudo comprobar que Israel no es el único país que ataca a los vecinos, sino que algunos de esos vecinos llevan largos años atacando masivamente Israel. Esto no debe servir para justificar las muertes civiles que causan los ataques de la Fuerza de Defensa de Israel (FDI), sino para que, a la hora de denunciar y aborrecer los ataques en el Oriente Medio, se denuncien y aborrezcan también los masivos bombardeos que recibe el país fundado en 1948. Para que sean denunciados y aborrecidos los masivos bombardeos apuntados a las ciudades del estado judío, no hace falta que alcancen sus objetivos, o sea, provocando masacres de civiles.
La culpa de Israel no puede radicar en la eficaz protección de sus ciudadanos mediante sistemas de defensa antiaérea, y mediante las alarmas y los refugios. Ese es un mérito, mientras que la intemperie de defensas antiaéreas, de refugios y de alarmas en los territorios controlados por Hamas y por Hezbollah es una de las repudiables causas de las masacres que padecen palestinos y libaneses bajo las bombas de la FDI. Por tanto el blanco de esos repudios deben ser también los responsables de esa intemperie, o sea Hamas, Hezbollah y el autor de la estrategia de martirio de los propios con el objetivo de satanizar al enemigo: el régimen iraní.
Por cierto, esto no justifica a Israel por las miles de muertes civiles, entre los cuales muchos son niños, que causan sus operaciones militares. Simplemente hace resaltar la inequidad reinante en buena parte del mundo a la hora de denunciar y repudiar ataques criminales.