La euforia conservadora y “grietista” confunde legitimidad de poder con pensamiento democrático. La victoria de Trump es legítima y, por ende, será legítima su presidencia. Pero eso no quiere decir que la suya sea una visión democrática de la política. Hugo Chávez encabezó presidencias legítimas, pero no era democrático y por eso sus gobiernos pusieron a Venezuela en camino hacia la dictadura calamitosa que hasta hoy padece.
Sería bueno que Donald Trump haya reseteado sus ideas y democratizado su mente. Pero haber pasado los últimos años y meses hablando de “enemigo interno”, reclamando la lealtad de los militares a la persona del presidente en lugar de a la Constitución y jactándose de haber roto el equilibrio político tradicional en la Corte Suprema creando una corte conservadora, entre otras cosas, no son señales alentadoras sobre el cambio que necesariamente debe hacer un líder que desde la Casa Blanca intentó un violento auto-golpe que dejó cinco muertos en el Capitolio.
A la esperanza en ese cambio la dificulta una ausencia total de autocrítica sobre el intento fraudulento de modificar el escrutinio sobre la marcha y después alentado el violento “putsch” para destruir el proceso electoral que había perdido frente a Biden.
Aun así, es posible que ese cambio ocurra. Sería una gran noticia para Estados Unidos y para el mundo.
Pero a la euforia conservadora que desató el resultado de la elección norteamericana no le interesan las señales que alertan sobre un posible (aunque no seguro) retroceso de la democracia que nació junto con los Estados Unidos, a la sombra de un líder personalista que radicalizó al partido de la centroderecha estadounidense. Le interesa que el magnate neoyorquino haya vencido a “una comunista marxista”, como absurdamente describe a Kamala Harris y al Partido Demócrata.
Confunde la preocupación de los analistas políticos con supuestos frustrados vaticinios de una victoria de Harris, algo que no ocurrió, al menos en el caso de quien escribe este artículo. Basta leer artículos anteriores para ver que siempre fue más bien pesimista sobre el resultado.
+ MIRÁ MÁS: Políticos argentinos viajaron como “veedores” a Estados Unidos: la aclaración de Prunotto
Excitadísimo con la victoria, el trumpismo global también confunde preocupación con resentimiento y llama con desprecio “cultura woke” a todo lo que, sin caer en demostraciones extremas, defienda que los países sean socialmente equilibrados, donde las diferencias sexuales, raciales, sociales y culturales no justifiquen marginaciones, ataques, demonizaciones y creencias en falaces supremacismos.
En las redes de Elon Musk, el trumpismo multiplicó los linchamientos contra quienes exhiben miradas críticas. El “enemigo interno” incluye al periodismo de análisis. Incapaces de entender que los analistas políticos hacen crítica política, los marcan como “zurdos” y les descargan una violencia retórica que incluye vulgaridades, groserías y descalificaciones de todo tipo.
Son fuerzas de choque que hacen en las redes lo que una turba violentísima hizo en el Capitolio, el trágico 6 de enero del 2021.