Marjorie Post quería crear en Palm Beach la mansión perfecta para que descansen los presidentes norteamericanos y los gobernantes extranjeros que visitaran Estados Unidos. Con esa idea encargó hace un siglo la construcción de Mar-a-Lago.
La millonaria filántropa murió en 1973, sin imaginar que poco más de una década después la compraría el magnate ególatra que la convirtió en un Olimpo del poder económico y político.
Con la presencia de su dueño y del hombre que hoy encarna el modelo del mega-millonario que propone reemplazar la democracia liberal por la plutocracia, encabezando un encuentro ultraconservador, Mar-a-Lago terminó de convertirse en lo que quería Marjorie Post. Aunque los dioses del poder del dinero allí reunidos no tienen precisamente perfiles filantrópicos.
La CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) deliberando en la mismísima casa de Donald Trump y con Elon Musk en el centro de la escena, fue la mayor representación simbólica del modelo político que impulsan con el apoyo de celebridades del cine, como Silvester Stallone, y un presidente que, en ese escenario, fue el exponente de la clase media que admira hasta el cholulismo a los dos magnates que hoy intentan imponerlo por sobre la democracia liberal. Ese modelo es la plutocracia, como llamaban en la antigua polis ateniense al sistema donde los ricos detentaban el poder político, además del económico. Hasta allí llegó en marcha triunfal Javier Milei.
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El presidente cuyos ideólogos más oscurantistas atacan ferozmente que haya libros con referencias sexuales en las escuelas bonaerenses, aunque lleven la firma de excelentes escritoras, se declara fan de un líder norteamericano que colecciona denuncias y procesamientos por violencia sexual, y designó como futuro secretario de educación a un congresista denunciado por estupro y pedofilia. Su apoyo a Trump a pesar de los 93 casos judiciales que penden sobre él por delitos que van desde el ámbito empresarial a los intentos políticos de fraude y de intento de golpe contra el Poder Legislativo, le quitan a Milei autoridad moral para referirse a los casos de corrupción de Cristina Kirchner. Pero el descaro es uno de los rasgos del los populismos extremos de derechas y de izquierdas.
Esta vez Javier Milei logró mucho más que una foto a lo Figureti con Donald Trump, emboscándolo tras los bastidores, que es lo que obtuvo en la CPAC anterior. Esta vez tuvo centralidad y pronunció las palabras rituales que le abren las puertas de ese movimiento reaccionario en expansión: elogió una de sus armas más letales contra las instituciones del Estado de Derecho, contra el pensamiento crítico y contra las diversidades cultural, política y sexual, entre otras.
No es en el pensamiento liberal ni en el liberalismo económico la coincidencia ideológica entre los tres protagonistas de este encuentro conservador, inaugurado en 1974 con un discurso del entonces gobernador de California Ronald Reagan. Ni Trump ni Elon Musk ni Milei son verdaderamente liberales. Son plutócratas.
Hesíodo describió en su Teogonía a Pluto, el hijo de Deméter y Yasión, como el dios de la riqueza. Y en las categorizaciones aristotélicas de los sistemas políticos, la plutocracia es el gobierno de los ricos.
A esta altura de la historia, tan lejana de la antigua polis griega, la plutocracia sería el gobierno de los mega-millonarios o, dicho de otro modo, el “cratos” (poder político) en manos de los magnates cuyas fortunas superan decenas y hasta centenares de veces a los PBI de muchos países.
Trump y Musk son el Batman y Robin de la plutocracia actual, mientras que Milei pertenece (al menos todavía) a la clase media que admira hasta la adoración a los multimillonarios y les atribuye alguna forma de superioridad natural sobre el resto. Ahora, el presidente argentino ha ingresado al Olimpo de esos dioses de la riqueza en calidad de miembro desclasado del club de fans.
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El ritual iniciático incluyó el discurso en el que Milei elogió al hombre más rico del mundo, pero no por lo que verdaderamente merece ser elogiado, sino por el arma ideológica que aporta a la “batalla cultural” que libra la neo-plutocracia contra “los comunistas”.
Indudablemente, Elon Musk es un modelo de empresario innovador. Un vanguardista que va corriendo el horizonte tecnológico de la empresa privada. Pero la apología que hizo Milei destacó lo que hizo con la red social X: convertir una plaza pública donde transitaban las distintas visiones ideológicas y posiciones políticas, en un coto de caza donde escuadrones ultraconservadores tienden emboscadas a todo lo que no esté alineado con sus posiciones recalcitrantes.
Con zonas grises que era necesario corregir, Twitter era una plaza pública donde las ideas transitaban libremente, mientras que X es un callejón donde los escuadrones ultraconservadores atacan con particular crueldad y ensañamiento al pensamiento crítico y a las posiciones centristas, usando como armas el insulto y la descalificación que denigra, humilla y hiere.
Eso elogiaba Milei en el mismo puñado de días en que abandonaban esa red social prestigiosos diarios como el español La Vanguardia, fundado en Barcelona a fines del siglo 19 y hoy uno de los principales de ese país y de Europa; el británico The Guardian, nacido hace dos siglos como The Manchester Guardian y convertido a mediados del siglo 20 en uno de los principales diarios británicos y europeos. Esos gigantes del periodismo con visión socialdemócrata, así como otros muchos medios y figuras de distintos ámbitos respetadas de todo el mundo, se alejan de la red social señalando la promoción de visiones racistas, homofóbicas, retardatarias, y también linchamientos mediáticos a quienes defienden la democracia liberal desde la centroizquierda y desde la centroderecha.
Con todo lo que, en materia empresarial y creativa, hay para elogiar en el dueño de Tesla y de SpaceX, el elogio de Milei apuntó a un costado oscuro: la batalla cultural de los cruzados ultraconservadores contra todo lo que satanizan como globalismo, cultura woke, marxismo cultural, etcétera.
Más que al polo del izquierdismo ideológico, que también es culturalmente autoritario y dogmático, la nueva internacional reaccionaria aborrece a los moderados y centristas.
Los verdaderos enemigos de las culturas autoritarias de izquierda y de derecha no son ellas entre sí, sino las que están en el espacio que va desde la centroderecha a la centroizquierda. Es allí donde apuntan sus cañones. Al espacio donde se para el Estado de Derecho de la democracia liberal. Porque el derecho de los mega-millonarios a la “libertad” absoluta implica ponerlos por encima de la institucionalidad democrática.
En el diccionario ultraconservador “libertad” significa “cratos”, la representación de la fuerza y el poder. La “libertad” de los plutócratas no es la de la democracia liberal que encarna institucionalmente en el Estado de Derecho.