En manos del régimen, es como una braza ardiente. María Corina Machado apresada o secuestrada podría potenciar las manifestaciones contra un régimen cuya putrefacción incrementa su violencia. Por el contrario, a Nicolás Maduro este zarpazo desesperado agrava su situación en lo interno y lo externo.
El contraste es demasiado grande. Tan grande como la abrumadora diferencia de votos que obtuvo González Urrutia sobre Maduro. Ella arriesgando el pellejo al salir de la clandestinidad y aparecer entre la multitud que reclama el fin de la dictadura, mientras el dictador, atrincherado en el Palacio de Miraflores, la hace apresar y luego cae en cuenta del disparo por la culata que eso puede significar.
Horas más tarde, la liberan, incumpliendo con la orden de captura que el régimen dictó contra la líder disidente. El suceso logró que el primer día de la protesta muestre al régimen en situación de desconcierto. Pocos minutos después de que los agentes del régimen apresaran a María Corina Machado, como consecuencia inmediata Canadá reconoció como presidente electo a Edmundo González Urrutia, el gobierno de España exigió la liberación inmediata de la líder apresada y muchos otros gobiernos con peso en el mundo, como el de Italia, también pusieron el grito en el cielo.
En rigor, no está claro si Machado fue capturada y retenida durante unas horas, cuando efectivos policiales detuvieron la moto en la que se trasladaba. Nada está claro. Pero lo que mostraron esas horas de incertidumbre sobre la líder disidente es que el régimen está desconcertado. Sabe que apresarla la convertiría en el acto en una suerte de versión femenina de Mandela. A esta altura del desprestigio internacional de Maduro y su camarilla, no le harán falta las dos décadas y media que visibilizaron al prócer sudafricano ante el mundo.
María Corina Machado ya tiene una estatura que sobrepasa a quienes emitieron contra ella una orden de captura. Ellos tienen las armas, las cárceles y los centros de tortura, además de la maquinaria del Estado y la infinita financiación de sus arcas clandestinas desde el narcotráfico y desde la explotación ilegal del arco minero en la Cuenca del Orinoco. Pero ella tiene la imagen de una Juana de Arco de este tiempo. Su armadura guerra es la remera blanca de mangas largas y el pantalón jean que lleva meses vistiendo para inculcar una imagen de guerra en lucha.
Quizá el régimen no caiga y siga colmando cárceles y ampliando una diáspora que tiene dimensiones bíblicas. Pero lo que ha logrado María Corina Machado muestra que ya ha vencido a los dictadores atrincherados en un poder que claras señales de putrefacción.