Está claro que el final de la guerra en la Franja de Gaza debe incluir la erradicación de Hamas. No hay final del conflicto si Hamás conserva poder político y, mucho menos, militar, en el territorio en el cual sus guerras contra Israel causaron sólo catástrofes para la población palestina. También está claro que las ciudades, aldeas y campos de refugiados deben ser reconstruidos y que esa reconstrucción debe apuntar a cambiar definitivamente la vida de los gazatíes y convertir sus ciudades y aldeas atractivas para el turismo internacional.
El plan que anunció Donald Trump tras su reunión con Netanyahu podría servir al propósito de la reconstrucción, pero resulta siniestro en la medida en que implica una limpieza étnica de la población y una apropiación del territorio por parte de Estados Unidos, además de ser contraproducentes para el necesario entendimiento y colaboración y los países árabes de Oriente Medio, en especial las potencias petroleras del Golfo Pérsico.
Hamás sólo ha ocasionado desgracias en Gaza desde que, en el 2007, asumió el control tras asesinar y expulsar a la dirigencia de Al Fatah y la ANP que gobernaban ese territorio. El sanguinario pogromo perpetrado en los kibutzim del sur de Israel para masacrar familias enteras y secuestrar cientos de israelíes, detonó esta guerra tan catastrófica para los civiles palestinos. Que hayan sido masacrados casi cincuenta mil civiles, entre los cuales decenas de miles son niños, constituye un crimen espantoso del que son responsables Israel y Hamás. La organización terrorista por tener como estrategia el martirio de su propio pueblo, y el gobierno israelí por prestarse a esa estrategia lanzando lluvias de misiles y bombas sobre las áreas densamente pobladas, donde los jihadistas se esconden entre los civiles para que sean masacrados.
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El final de esta guerra sólo es aceptable si ni Hamás ni Israel quedan imperando sobre la Franja de Gaza. Hamás debe desaparecer totalmente; quedar definitivamente desarmada como fuerza militar y erradicada como organización política.
También está claro que la Franja de Gaza debe ser reconstruida, pero que la forma sea quedando en manos de Estados Unidos suena a contraproducente provocación a los países árabes, que son necesarios para cambiar definitivamente la vida en los territorios palestinos en beneficio de sus habitantes, liberándolos de las organizaciones terroristas anti-israelíes.
La lógica geopolítica indica que, para evitar un rompimiento en la relación de Israel y Estados Unidos con los países de la Península Arábiga, que son una de las principales claves para estabilizar el Oriente Medio, en alianza con el Estado judío, son las ricas monarquías petroleras árabes las que deberían hacerse cargo de la seguridad, la reconstrucción y la erradicación definitiva de Hamas en la Franja de Gaza. Esa lógica también indica que Israel y Estados Unidos pueden participar en la reconstrucción, pero no en el gobierno ni en la seguridad del territorio.
Con el apoyo político de Egipto, Jordania y Líbano, las monarquías de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrein y Kuwait pueden convertir Gaza en una Dubai sobre el Mediterráneo, mejorando sustancialmente la vida del pueblo palestino en esas tierras. Al gobierno podría ejercerlo un comité de expertos en nombre de la ANP, con la aprobación de las potencias árabes a cargo.
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Esas potencias petroleras deben garantizar también la desaparición total de Hamas y de cualquier tipo de amenaza contra Israel.
La propuesta de Trump sólo puede resultar aceptable para Netanyahu, pero en modo alguno para el reino saudita y las demás monarquías, así como tampoco para Egipto y la corona hachemita jordana.
Recurrir al eufemismo “reubicación permanente de la población” suena a burdo estratagema para anunciar un plan de deportación masiva de la población de la Franja de Gaza, o sea, perpetrar una limpieza étnica.
Trump habló oficialmente, ante los micrófonos y cámaras de la prensa que cubre los acontecimientos en la Casa Blanca, como si estuviera charlando a solas con Netanyahu, mientras cenan degustando buenos platos y vinos. El tono y la gestualidad con que habló lo revelan convencido de que estaba diciendo lo más normal del mundo, una estupenda noticia, cuando lo que anunciaba era una limpieza étnica, mal camuflada en el eufemismo “reubicación permanente de la población”, y la apropiación de la Franja de Gaza por parte de Estados Unidos.
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Como aval de calidad para semejante idea, Trump dijo que “a todas las personas con las que hablé les pareció una idea maravillosa”. Parecía una broma de mal gusto. De concretarse la erradicación (deportación en masa) de la población gazatí, la historia habrá sumado una limpieza étnica más a esos trágicos capítulos que llenan tantas páginas. Y eso fortalecerá la calificación de “genocidio” que crece en el mundo para describir la guerra de Israel contra Hamás.
La tragedia de los armenios en el Imperio Otomano y la de los judíos askenazíes en la Rusia zarista y Europa Central son una de las tantas pruebas históricas de que limpieza étnica y genocidio van de la mano.
Las poblaciones que son deportadas forzosamente también son masacradas por los mismos que las quieren lejos de sus tierras.
Estados Unidos enunció y combatió deportaciones en masa. Lo hizo en Kosovo, atacando al régimen de Milosevic en defensa de la población albanesa, y lo hizo en Bosnia Herzegovina, atacando a las fuerzas serbobosnias lideradas por Karadzic y comandadas por el general Mladic, en defensa de la población musulmana sometida a exterminio y limpieza étnica.
El plan de Trump va a contramano de esa posición norteamericana. Que a un empresario que amasó su fortuna con negocios inmobiliarios y la construcción de grandes edificios, como Trump, le resulte atractivo y tentador barrer las ruinas que dejó está guerra y reconstruir totalmente las urbes gazatíes, es tan lógico como sospechoso, porque podría favorecer a sus propias empresas. Lo que está fuera de duda es lo absurdo de anunciarlo como una gran noticia para el pueblo que lleva un año habitando escombros y muriendo masivamente por las lluvias de bombas y misiles.