Una ola de críticas generó el último blooper público de Donald Trump. Tras la reunión que mantuvo con el presidente de Liberia, el jefe de la Casa Blanca lo felicitó por el perfecto inglés que hablaba y le preguntó dónde lo había aprendido. Joseph Boakai sonrió y esquivó dar una respuesta. Era difícil responder esa pregunta sin resaltar la ignorancia del anfitrión.
Es obvio que el presidente liberiano aprendió a hablar inglés en Liberia, país de la costa oeste de África donde el inglés es el idioma oficial desde su propia fundación, porque su historia está ligada a los Estados Unidos. En la primera mitad del siglo XIX, muchos afroamericanos liberados de la esclavitud fueron desde Norteamérica al territorio sobre la costa atlántica africana, flanqueado por Sierra Leona, Guinea y Costa de Marfil, adquirido precisamente para ser colonizados con los libertos, con todo el apoyo del presidente James Monroe. Precisamente por eso el país se llama Liberia y su capital, Monrovia.
Todos los liberianos tienen por ancestros a esclavos que regresaron a África teniendo como idioma el inglés, por eso lo hablan casi igual a los norteamericanos.
Que Trump le hiciera esa pregunta a su ilustre visitante, evidenció que no sabe nada de Liberia, a pesar de que la historia de ese país se inicia en los Estados Unidos. Pero en estos días, muchos norteamericanos creen que el error mayor del presidente fue por desconocer la realidad de la balanza comercial entre Estados Unidos y Brasil. En una abierta injerencia en los asuntos internos del país sudamericano, el jefe de la Casa Blanca anunció un castigo arancelario del 50 por ciento, afirmando que el intercambio de productos entre ambos países favorece abrumadoramente a Brasil, algo que estaría lejos de ser cierto.
Lo más grave es que vinculó ese duro arancelamiento a lo que llamó “una cacería brujas” contra el ex presidente, brasileño, exigiendo en el mismo texto que “dejen en paz a Bolsonaro”.
¿Es un caso equivalente a la visita que le hizo Lula a Cristina Kirchner en su prisión domiciliaria? No, porque el mandatario brasileño no profirió amenaza alguna contra la Argentina exigiendo su liberación.
La visita de Lula fue equivalente a la visita que Javier Milei le hizo a Bolsonaro estando ya procesado, cuando el presidente argentino viajó a Brasil para participar en un evento ultraderechista.
Trump podría haber negociado en silencio acuerdos comerciales atractivos para Brasil a cambio de un indulto presidencial al líder ultraderechista procesado. Pero lo hizo al revés: aplicó un castigo arancelario, dejando abierta la posibilidad de negociar su reducción si el ex mandatario brasileño es indultado.
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La desmesura de Trump tiene una explicación, que no es la identificación de ambos con ideologías ultraconservadoras, sino que Bolsonaro está siendo procesado por un delito casi calcado del que él cometió el 6 de enero del 2021.
De momento, ha logrado no ser juzgado por su evidente responsabilidad en el violento asalto al Capitolio con el propósito de impedir la certificación del resultado electoral que el magnate neoyorquino había perdido. Casi exactamente dos años más tarde, turbas bolsonaristas asaltaron la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, con evidente intención golpista. Por eso se acusa al líder de la derecha brasileña de intento de golpe de Estado.
Presionar por el indulto a Bolsonaro es coherente con la visión que Trump tiene sobre su propia implicación en los trágicos acontecimientos que causaron nueve muertes en el Capitolio.