Fue la segunda noticia alentadora. Tras casi dos años sin nada que aliente una esperanza para la catástrofe que padecen los gazatíes y los israelíes encerrados como rehenes en los túneles de Hamas, así como los familiares y amigos de esos rehenes y también el mundo que observa por primera vez en la historia en tiempo real la tragedia que padece tanta gente entre escombros y explosiones, aparece una luz al final del túnel. Se ve frágil y titilante, pero se ve.
La primera señal positiva fue la propuesta de Donald Trump. El presidente norteamericano que tiempo atrás balbuceó una idea monstruosa que sólo aplaudieron Netanyahu y sus brutales ministros Itamar Ben-Gvir y Besabel Smotrich, porque incluía la limpieza étnica de la Franja de Gaza para reploblarla con gente llevada desde otros países, y convertirla en un paraíso turístico de alta gama, ahora presentó como propia la idea que plagió a la Fundación Blair, cambiándole sólo algunos renglones.
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En esa propuesta, la población nativa no será expulsada de su tierra ni se injertará población foránea, a la seguridad la asume una fuerza multinacional integrada por tropas de los países árabes y otros musulmanes, como Turquía e Indonesia, y la gobernanza queda en manos de una administración interina encabezada por tecnócratas palestinos asistidos por expertos llegados desde otros países.
Sobre esa administración interina estará un consejo presidido por el propio Trump, posiblemente acompañado por el ex primer ministro e impulsor de la idea original, Tony Blair.
La propuesta implica para Hamas rendirse y para el gobierno de Netanyahu renunciar a su plan de ocupación militar, limpieza étnica y anexión.
La segunda noticia alentadora fue la aceptación de Netanyahu, aunque Smotrich, Ben-Gvir y otros miembros fundamentalistas de la coalición gobernante repudiaron la propuesta y amenazan con sabotear su aplicación. Netanyahu no tuvo alternativa, porque un plan que comienza con la liberación de los rehenes no puede ser rechazado sin indignar a los familiares y a una porción importantísima de la población israelí que está viendo el aislamiento internacional y la ola de repudio mundial que está causando la guerra que arrasó Gaza y mató a decenas de miles de civiles, incluidos decenas de miles de niños.
Quedaba por ver la respuesta de Hamas. Y la primera señal que dio la organización terrorista es positiva. Aunque no es una clara aceptación de toda la propuesta, acepta partes fundamentales, como la liberación de los rehenes y la devolución de los cuerpos de quienes murieron en cautiverio, la aceptación de entregar el gobierno a una administración interina de tecnócratas, la aceptación de un ejército multinacional en el territorio y la aceptación a medias del desarme.
En ese punto, Hamás habla de negociar y de renunciar a las “armas ofensivas” exigiendo que se le permita conservar las “armas defensivas”. Si bien esas definiciones no son del todo claras, está claro que entregaría la lanzaderas de misiles y de drones con que se puede atacar el territorio israelí.
Por cierto, las mejores respuestas habrían sido la capitulación y el desarme completo de Hamás, así como la renuncia total del gobierno israelí a la expansión hacia Gaza y Cisjordania, aceptando la aplicación de la Solución de los Dos Estados tal como emana de la Resolución 181 aprobada por la ONU en 1947 y los acuerdos alcanzados en las negociaciones secretas de Oslo y firmados por Rabin y Arafat en Camp David.
Aún así, los acontecimientos producidos desde la presentación de la propuesta de Trump señalan una senda alentadora por donde marchar hacia la luz tenue y titilante que apareció al final del túnel.